Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 2


miércoles, septiembre 3rd, 2008

No me abandones

 

Decía el titular del Juzgado de Menores de Granada, Don Emilio Calatayud (Ver vídeo de su ponencia), que a aquellos adolescentes, cuyos padres presumen de ser los mejores amigos de sus hijos, se les puede considerar como huérfanos potenciales. Es posible que el propio miedo a reproducir el sistema patriarcal y autoritario de otras épocas haya llevado a algunos adultos a procurar relacionarse con los más jóvenes de igual a igual, de colega a colega, empleando incluso el mismo lenguaje y pautas de comportamiento que ellos. Estos jóvenes, en lugar de sentirse reconfortados por la amistad familiar perciben que han perdido su referencia en la aventura de la adolescencia, esa cuerda a la que se sujetan para tirarse por el puente y sumergirse en su búsqueda de la propia identidad o de su lugar en una sociedad que comprenden a medias.

Si esos padres o profesores, cuya sana intención es aventurarse en un mundo ajeno para empatizar más con el joven, pretenden acompañarle mejor en esa etapa, sólo están logrando crearle un sentimiento de abandono. Hoy en día, entre colegio, deportes, barrio, nuevas tecnologías, resulta muy fácil encontrar colegas, y de ahí saldrán verdaderos amigos, pero sólo existen unos padres. Incluso legalmente, según el artículo 154 del Código Penal, los padres deben velar por sus hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos, procurarles formación integral, representarlos y administrar sus bienes. Por su parte, los hijos deben obedecer a sus padres, respertarles y contribuir a levantar las cargas familiares. ¿Es esta una relación de amistad?

Los adultos debemos bajar de nuestro pedestal y comunicarnos con el adolescente con buena disposición, procurando comprender lo que está sintiendo e incluso intentando que reine la reciprocidad en el diálogo, pero sabiendo cuál es nuestro lugar, tanto si somos profesores o padres. Es muy distinto el mantener una comunicación fluida y sincera, basada en el respeto y el amor, a pretender convivir con ellos en un ambiente de amistad de igual a igual. Resulta ridículo escuchar a un adulto hablar como un joven, cuando curiosamente es ese el lenguaje que ellos usan para desmarcarse del mundo de los mayores.

Los amigos se eligen según las afinidades, la empatía o los intereses comunes, y luego esa relación va evolucionando por caminos más afectivos surcados por lealtad y respeto. Sin embargo, aunque los padres no se eligen, su vínculo e influencia recorren toda la vida siendo una parte importante de la personalidad que se ha ido formando a lo largo del tiempo. En la niñez eran los seres todopoderosos que cubrían todas las necesidades físicas y emocionales, y ese es un rol que actúa como salvavidas cuando el adolescente se encuentra nadando en las aguas turbulentas en las que se busca a sí mismo. Privarle de esa recurso es equivalente a abandonarlo.

El adolescente debe saber que su familia siempre va a estar ahí, para cuidarlo y corregirlo cuando haga falta, actuando como el titiritero en la sombra que es capaz de cortar cuerda y anudarla pacientemente cuando así lo exijan las circunstancias. Tanto los padres como los profesores sabemos que tratamos con personas que ya tienen un pie en la sociedad adulta y que por lo tanto son los únicos dueños de un proyecto de vida en la que van a necesitar orientación, empujones y más de una red de seguridad, pero que deben recorrerlo solos.

El gran problema es que no siempre los adultos estamos en disposición de realizar con serenidad esa “vigilancia en la sombra”. Los profesores a menudo damos la impresión de estar sobrepasados al tener que gestionar clases de treinta personas en “fase de evolución” seis horas al día. Los padres bastante tienen con pagar la hipoteca, llevar la casa y atender las necesidades familiares. Tanto unos como otros podemos dar una imagen de inestabilidad y nerviosismo que retrae al adolescente a la hora de sentirse seguro con nuestros consejos y directrices, dando la impresión de que todo lo que decimos no es fruto de la reflexión y que está sesgado por los intereses del adulto en ese momento. Afortunadamente a veces tenemos un maravilloso recurso en casa, cuya buena imagen aún no ha sido emborrada con la llegada de la adolescencia: Los abuelos. Para un adolescente los abuelos son una muestra más natural del mundo adulto, más cercana y que no parece estar influenciada por las responsabilidades e intereses personales que unos padres o un profesor puedan tener en las orientaciones que le hacen. Ojalá que esa tendencia actual a convertir a los abuelos en unos segundos padres por motivos de horarios no les priven de ese maravilloso papel de vínculo entre la niñez y la madurez.

Durante la búsqueda de la autonomía del joven, los adultos siempre estaremos ahí para acompañar y cuidar, pero evitando ser el dictador del “porque yo lo digo” o el coleguilla de “amiguetes para siempre, tronco”. Nuestros únicos recursos serán la paciencia, el respeto, la coherencia o el afecto.

Antonio Javier Roldán

 

Colaboraciones

 

Recuerdos de un profesor jubilado (II): Fumar en clase

Primero fue en los exámenes de COU. Eran mayores de edad, estaban nerviosos, se jugaban mucho, y un cigarrillo ayudaba. Además, había profesores que fumaban. Vale, se autoriza. Después, los de sexto, ya que los repetidores también eran mayores, y también se jugaban un título. Bien, se fuma. Y de ahí se pasó a quinto, y al nuevo BUP. De los exámenes se pasó a dejar fumar en clase, y al final, en cualquier parte. ¿Cómo pudimos llegar a eso?

En aquellos años nadie quería pasar por facha. Estábamos en un centro situado en un barrio obrero. Allí había que ser progre. Cualquier decisión que pudiera parecer autoritaria se pagaba con miradas de desconfianza y silencios al pasar junto a los corros de profesores. El facha podía ser incluso un delator o amigo de la Social. Se podía decretar su aislamiento. Pues bien, se fuma.

Algunos profesores ya habíamos autorizado el tuteo, dejábamos ver los exámenes después de corregirlos, comentábamos las notas, antes sagradas, y no exigíamos que la gente se levantara cuando entrábamos. Lo hicimos por convencimiento, y nos salió muy bien, porque se produjo una cercanía muy beneficiosa. Si el siguiente paso era el de fumar, pues vale, y no pensamos en las consecuencias.

Estábamos atentando contra la salud colectiva. Entrar en una clase era sumergirse en una nube de nicotina, que secaba las gargantas de los profesores y llenaba de humo los pulmones de los sufrientes no fumadores. A veces teníamos que abrir de par en par las ventanas en pleno invierno, y someter a los cuerpos al dilema entre ensuciar los pulmones o helarlos, pero éramos muy avanzados y enrollaos.

Por fin, llegó el momento en el que alguien impuso el sentido común por decreto, se dejó de fumar en clase, aunque sí en los patios, y poco a poco se llegó a la situación actual sin grandes enfrentamientos. Recuerdo todo esto no por una culpabilidad sobrevenida con treinta años de retraso, sino porque ahora estamos viviendo un fenómeno juvenil similar, y es el del botellón.

En mis paseos veraniegos cruzo una zona de las de botellón, y voy pisando vasos de plástico, envases, cristales y botellas vacías de bebidas de muy alta graduación alcohólica. A veces las botellas están a medio consumir, y quien deja una botella cara sin apurar es porque se ha llenado hasta arriba de alcohol. En esa zona se arrancan literalmente los bancos y hay competiciones para destruir las papeleras.

¿Qué excusa tenemos ahora? ¿Ser progres y enrollaos? No. Ahora no hay que demostrar nada, no es como en la Transición, y con nuestra dejadez estamos contribuyendo a crear un profundo problema de salud pública, y quizás impidiendo la felicidad futura de nuestros jóvenes. Si el fumar en clase se fue eliminando con un verdadero sentido de la autoridad que busca el bien de todos, ¿por qué no intentarlo con las borracheras nocturnas? ¿Es que alcaldes, padres y educadores han de seguir con los brazos cruzados viendo a nuestros jóvenes perjudicándose de esta manera? ¿Habrá que esperar treinta años?

Antonio Roldán Martínez (Web)

Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.

 

La Pavoteca examina a…

 

Juan Ramón Lucas

Biografía: Wikipedia

Web: Programa de radio

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

Tan impreciso tengo el comienzo como el final…Quizá a los diez años, que es cuando recuerdo que empezó a molestarme casi todo lo que hacían o decían mis padres.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Luminosa y esperanzadora. Me creía capaz de conseguir cualquier sueño. Veía lejana la dictadura y muy cercana la droga por eso no fui consciente de lo primero hasta pasar la adolescencia y la segunda la rocé sin dejarme la vida en ella… Pero solo por miedo, no por convicción. Vivíamos mucho más peligrosamente de lo que pensábamos.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

En los billares y en las chicas. A veces hasta leía, sobre todo tebeos y revistas de música…Veía poca tele.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

Inexistente, salvo para escuchar broncas o pedir permiso.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Según el día. Normalmente procuraba cuidarlo.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

Pseudo-Hippie de barrio del extrarradio…Pelo largo y aspecto desaliñado (cuidadamente desaliñado, ojo).

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

Ni fuera …Ni casi dentro. Estamos hablando de finales de los sesenta…

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Rock&Roll mucho. Y, naturalmente, lo sigo escuchando. Me gustaban Canned Heat y Uriah Heep, Deep Purple, …A veces hasta Status Quo, Pink Floyd… Los clásicos, vamos.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

Solo me entendían mis amigos. ¿Qué más necesitaba?

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

Si. En un momento determinado, al final de la adolescencia, después de flirtear con la droga, cometí un último acto de rebeldía, que fue irme a un seminario a los 12 años. Por escapar, básicamente.

¡Muchas gracias, Juan Ramón!

Materiales recomendados

 

Web: “Alimentación y adolescencia” (Saludalia.com)
En esta interesante web dedicada a la medicina familiar podemos encontrar atlas anatómicos, juegos y animaciones para los peques, pero también información sobre drogas, temas de salud, entrevistas a especialistas o temas monográficos, como una completa guía para la alimentación en la adolescencia en la que disponemos de una distribución de los alimentos a lo largo del día y de una explicación detallada sobre la importancia de cuidarse en esta etapa.

Índice

  1. ¿Cómo se debe afrontar la alimentación del adolescente?
  2. Necesidades y recomendaciones nutricionales
  3. Recomendaciones en macronutrientes
  4. ¿Qué minerales y vitaminas tienen especial importancia en la adolescencia?
  5. ¿Qué alimentos y en que cantidad garantizan una dieta adecuada para un adolescente?
  6. ¿Cómo se estructura la alimentación?
  7. La alimentación en la adolescencia
  8. ¿Qué situaciones del adolescente requieren especial atención sobre la alimentación?

Esperamos tus sugerencias.


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