Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 8


viernes, septiembre 26th, 2008

Acéptame tal y como soy

 

Laura está leyendo un libro mientras saborea un café en el salón. Después de aguantar a su jefe en la oficina y atender cerca de treinta llamadas de teléfono, se siente como una náufraga en una burbuja de silencio. Hace varias horas que buscaba ese momento de paz y encuentro con ella misma. Sin embargo ese silencio, cómplice de su hastío de la rutina, empieza a dolerle, porque hace apenas un año era impensable cuando su hijo jugaba y metía más ruido que el vagón de la Línea 6 del Metro. Desde que Joaquín ha entrado en la adolescencia una extraña quietud surge de su habitación, tan solo rota por algún estruendo musical ocasional. Al principio acudía a su dormitorio con la excusa de llevarle alguna ropa planchada o preguntarle si había merendado, pero paulatinamente comenzó a notar que no era del todo bien recibida, que su presencia era tomada como una intrusión en su intimidad.

Su hijo se está alejando. Son cosas de la edad, ya se sabe, pero duele. La nueva situación le obliga a asumir que ya no es un niño y que en los próximos años comenzará a despedirse poco a poco del ámbito familiar. También esta nueva etapa le hace reflexionar sobre propio envejecimiento y a veces reconoce que lo paga con Joaquín sin tener él la culpa de su propia evolución. El otro día, en una misma discusión, le dijo que era muy niño para ir a una discoteca y más tarde que ya era un hombre para ser responsable con los estudios y su futuro. Ante tal contradicción él le respondió que lo que pasaba era que no le aceptaba tal y como era, que desde que se había hecho mayor ella ya no le quería igual. ¿Cómo le podía decir su propio hijo que su madre había dejado de quererle?

Durante aquella tarde reflexionó sobre los últimos acontecimientos y recordó algunos de los reproches que le había dicho: “Si sigues comiendo así tendrás más granos“, “No sé cómo puedes aguantar esa música“, “No me hace gracia que salgas los viernes con el chico ese que es repetidor“, “A ver si te pones desorodante, que esta habitación huele que apesta“… Ciertamente echaba de menos a su niño, a ese que había escapado por la ventana un día sin darse cuenta, el mismo que había sido su alegría de vivir y el que cada vez que hablaba provocaba el silencio amoroso de sus padres en la mesa: ¡Ay que cosa más linda! Pero, ¿tú has visto lo pequeño que es y lo que sabe? ¡Qué rico! Ahora cada vez que Joaquín abría la boca podía ser el preludio de una discusión con su padre y de un sofocón más para ella.

Sí, quizás él tuviera algo de razón cuando le dijo que se sentía menos querido. Ella está rechazando el propio cambio de su hijo o el comienzo de la despedida. Aún recuerda cuando se casó. No fue fácil dejar la casa familiar, pero era tanta la felicidad por emprender su nueva vida que no comprendió el nerviosismo y la irritabilidad de los abuelos de Joaquín. Ahora Laura está al otro lado. No cabe duda. Hay que saber cerrar un capítulo y abrir puertas nuevas. Al fin y al cabo el cariño sigue ahí. Está decidido así que deja el café y el libro, que hojeaba sin mostrar atención, y camina decidida al cubil de Joaquín.

¡Hijo! ¿Quieres un Cola-Cao? Su hijo se revuelve de la mesa de estudio como si hubiera entrado una anaconda en su guarida. ¡Ehhhh…! Vale mamá, pero… ¿Le echas una gotita de café? Claro, hijo, pero no mucho que luego te desvelas. El chico vuelve a su posición aliviado. Sólo era eso. Por un momento temía que el tutor hubiera llamado a casa para contar lo de la mala contestación en clase de Mates, o que su padre hubiera investigado las páginas visitadas en Internet o que de nuevo fuera a atacar con su falta de interés por ayudar en casa. Cuando ya ha bajado la guardia, nota una presencia en su cogote que culmina con un beso de su madre en la mejilla que casi le revienta la oreja. ¡Mamá! ¿Qué haces? Soy tu madre, y te beso cuando quiero. ¡Si es que eres lo más bonito de esta casa! Y se va a la cocina a preparar el Cola-Cao.

Joaquín observa perplejo la puerta y se dice a sí mismo: ¡Y luego dicen que el que tiene el pavo soy yo!

 

Antonio Javier Roldán

 

Colaboraciones

Las creencias dañinas (V): Existe una única forma de comportarse y de hacer las cosas

Todas las personas tenemos un conjunto de metas, normas y actitudes que guían y determinan nuestra conducta. Las tres son consecuencia de lo que consideramos valioso e importante en nuestra vida. Tenemos nuestra propia ética, que vamos construyendo poco a poco, a lo largo de los años. Existen tantas éticas como personas en el mundo. Pero algunas personas creen que existe una forma única, correcta, inflexible e indiscutible de comportarse y de hacer las cosas: su ética. Consideran que sus normas son las correctas, que sus gustos, preferencias y actitudes son los más apropiados y que sus metas y objetivos son los únicos plausibles. Por eso creen que todas las personas tienen que comportarse BIEN, entendiendo por “BIEN” lo que ellas consideran que esta bien. Son personas que frecuentamente utilizan frases tales como “hacer lo correcto”, “comportarse adecuadamente”, “es un comportamiento muy inapropiado”, “no apruebo tu forma de proceder”, “logicamente deberías…”, “ es que no es normal…” o  “aquí hay que poner orden”.

La persona que tiene esa creencia:

  • Es hipercrítica con los demás, encontrándoles siempre múltiples defectos e infinitos errores.

  • Es hipersensible a la crítica, lo que le hace sentirse fácilmente atacada por los demás.

  • Tiende a defenderse continuamente de otras personas, siempre adoptando una actitud agresiva.

  • Puede presentarse como una persona moralizadora y suele dar lecciones de rectitud e integridad a las demás.

  • Tiene una gran rigidez mental, obstinación, racionalidad fría y dificultad para expresar emociones positivas.

  • Muestra una actitud intolerante ante la diferencia y la diversidad. Con frecuencia muestra el profundo desprecio que siente hacia filosofías y proyectos de vida distintos a los suyos.

  • Resulta una persona autoritaria, despótica y arrogante.

  • Siempre está a punto de estallar por cosas de poca importancia: Todo le sienta mal, todo le disgusta, todo le decepciona, nada le satisface…

Siempre están buscando comportamientos en las demás personas que no encajan y les hacen conscientes de su “error,” hacen grandes esfuerzos para demostrar a otras personas que están obligados a comportarse correctamente y que no existe otra posibilidad de hacer las cosas, advierten sobre las desventajas de no hacer lo apropiado y hacen todo lo que pueden para impedir que los demás “se tuerzan”.

Respecto a otras personas desvalorizan sus decisiones y elecciones sobre su vida, rechazan sus criterios y juicios sobre el mundo, desaprueban sus gustos, preferencias y actitudes por no ser los “apropiados”, desprecian sus objetivos y metas por no ser los más “convenientes” y “sensatos”, las reprochan, las censuran y las critican…, por haber roto “el orden natural, lógico y evidente” de las cosas y las invisibilizan, ocultan, estigmatizan, excluyen o discriminan…,  por actuar de forma diferente a la suya.

Suelen obligar a los demás a que se comporten como “deben”, por las buenas o por las malas, llegando a obstaculizarlas cuando estás deciden rebelarse contra lo establecido y las castigan con el silencio, la indiferencia, el rechazo, el desprecio… cuando, según ellas, se comportan MAL.

Pero ocurre, que no hay comportamientos intrínsecamente buenos o malos. Las circunstancias y las experiencias vividas pueden llevarnos a actuar de una forma u otra. Además todos en algún momento de nuestra vida quebrantamos los límites y las normas, y eso no nos convierte en personas despreciables, indeseables o malas. Como somos humanos, nos equivocamos. Y siempre podemos encontrar interpretaciones alternativas para explicar las cosas que dicen y hacen otras personas.

Si censuramos y castigamos a todas las personas que cometen un error, tendremos que condenar a todo el mundo… incluso a nosostros mismos. Incluso cuando los comportamientos de otras personas nos parezcan realmente censurables, ¿quién nos ha dicho que siempre tenemos que esperar lo mejor de los demás?

No podemos ser jueces para determinar lo justo y lo correcto de los comportamientos ajenos: ¿Por qué creemos estar siempre en posesión de la verdad?

El libro de gustos y preferencias está en blanco. Cada persona escribimos el nuestro. Cada uno de nosotros establecemos lo que queremos hacer con nuestra vida y en ella. Existen tantas normas, metas y preferencias diferentes como personas hay en el mundo, y eso es lo que nos hace únicos y especiales.

Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.

 Trinidad Nieves Soria López (Psicóloga Clinica)

 

 

La Pavoteca examina a…

 

Mercedes Milá

Biografía: Wikipedia

Web: Blog personal

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

No fui consciente, pero supongo que sería alrededor de los los 13-14 años.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Aburrida. Sólo cobraba vida cuando me encontraba entre gente de mi edad.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

Escuchaba mucha música y hablaba con amigas. Leía poco, por desgracia, y la técnica no existía. Hacía menos deporte del que debía y, desde luego, mucho menos del que hago ahora.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

En clase era más fácil que en casa porque no me daba verguenza comentar y preguntar; con mi madre, que no con mi padre, era muy diferente.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Algo, pero no recuerdo que fuera obsesivo.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

En el colegio llevaba uniforme. Poco se podía añadir aunque siempre encontrábamos detalles para diferenciarnos; forma de llevar los calcetines, el pelo y cosas así.

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

No recuerdo haber recibido información de estas dos materias vitales. Fui a ciegas encontrando lo que necesitaba pero muchas veces me equivocaba. Procuraba abstenerme ante la duda. Ni en el sexo ni con las drogas perdí nunca el control de mí misma; nunca hice lo que no quise hacer. Me hubiera gustado saber más.

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Los reyes eran los Beatles y los Rolling. Escuchaba a Adamo, Johnny Holliday, Silvie Vartan, Italianos y, en general, música para bailar.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

Sí pero no di demasiado la lata, creo.

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

No recuerdo la última vez que me confesé y comulgué pero en la adolescencia era creyente. Tuve la suerte de que una monja del colegio nos hablara de un Jesús que poco tenía que ver con el oficial y que se acercaba al de Nazareth que más tarde fue reivindicado por el Concilio Vaticano II. No sufrí de escrúpulos y enseguida entendí lo que era la justicia social. A los 15 años empecé a hacer trabajos sociales que me cambiaron la visión de la vida. A esa edad entendí que el camino para cambiar las cosas injustas pasaba por la política. La libertad no existía y por esa razón se hacía muy atractiva para una adolescente. A los 16 me compré una moto con el dinero que había ahorrado toda mi vida y empecé a leer el periódico. Mis padres dicen que era insistente y muchas veces pesada pero que si se me explicaban los “por qué”, entraba en razones. .

¡Muchas gracias, Mercedes!

Materiales recomendados

 

Web: Protégeles

PROTEGELES es una Asociación sin ánimo de lucro que surge como organización en el año 2002, si bien la Línea de Denuncia Contra la Pornografía Infantil que le da nombre funciona desde octubre de 2001. El trabajo de la Línea de Denuncia PROTEGELES en internet tiene un doble objetivo: Facilitar a la Policía y a la Guardia Civil en mayor número de informaciones verificables, que permitan la eliminación de páginas de pornografía infantil en internet, así como la localización de sus autores; y desarrollar acciones, campañas y trabajos de prevención, con el fin de mejorar la seguridad de los menores en internet. Desde PROTEGELES se ha llevado a cabo diversos Estudios relacionados con las costumbres y seguridad de los menores en internet, todos ellos publicados por el Defensor del Menor, que están permitiendo a su vez la consecución de diversas Campañas preventivas.

En esta web encontramos estudios sobre telefonía móvil, trastornos de la alimentación, los “ciber” y hábitos de los jóvenes por Internet.

Índice

  1. ¿Qué es Protégeles?
  2. ¿Qué hacemos?
  3. Relaciones externas.
  4. Webs y materiales


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