Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 16


viernes, noviembre 21st, 2008

 

Estoy harto de las normas

 

Un adolescente sin normas es como un espléndido piso que no tuviera tabiques, es decir, un amplio espacio con poca funcionalidad. Los tabiques nos delimitan cada una de las habitaciones otorgándonos cierta libertad para decorarlas dentro de los límites marcados por el propio uso. Pero además de tabiques son necesarias las puertas, las ventanas –para airearnos de vez en cuando- y los muros de carga, vigas y pilares que realizan la función de dar forma y soportar todo el peso.

La educación y la familia pertenecen a la estructura, resistente pero a la vez algo flexible para soportar las tensiones y los malos vientos. Los tabiques se construyen a partir de normas que señalan las directrices de actuación dentro del espacio propio. Sin embargo, en la etapa de la adolescencia los protagonistas discuten sobre la distribución de la vivienda personal que le hemos construido los adultos porque es habitual a su edad cuestionar e intentar mover los límites que hemos levantado usando ladrillo y cemento, sin saber que ellos mismos se sienten protegidos y queridos cuando la familia les muestra las fronteras que no deberían cruzar. Evidentemente las normas irán evolucionando con el paso del tiempo y no son las mismas para un preadolescente que para un universitario. ¿No reformamos nuestra propia casa pasados unos años?

Al llegar a la adolescencia, momento en el que ya no vale el “porque yo lo digo” o “no hay nada que hablar”, es interesante negociar –no confundir con regatear- con el adolescente esos límites y normas que deberá cumplir en lo sucesivo, sin caer en la trampa de convertirnos en una máquina expendedora de privilegios. Tan negociables son los derechos como los propios deberes. ¿Por qué no hacer una lista con las tareas domésticas con las que puede colaborar?

A partir de los 15 o 16 años surgirán los conflictos relacionados con las discotecas o los horarios de recogida en casa. “A Fulanita la dejan hasta las once”, “Pues los padres de Menganito si le dejan ir a la discoteca”, “¡Vaya familia que me ha tocado!”, etc. Aunque la frontera de la negociación está en la integridad física o psicológica del protagonista, conviene dialogar también estos temas más espinosos, explicando con sinceridad los riesgos que motivan estas restricciones horarias y de asistencia a determinados lugares, si no las cumplen. El problema es que el excesivo proteccionismo hacia los niños les está privando de la vivencia de la enfermedad y de la muerte, por lo que en el fondo se sienten indestructibles e invulnerables.


En el caso de fuerza mayor, como la pérdida de un autobús (excusa clásica), deben saber que hay que avisar a casa, una norma de convivencia básica. Así se les está educando en la autonomía y responsabilidad, tarea que debe iniciarse desde la infancia. Para esto sí sirven los móviles y no para gastarse un pastón en politonos.

Hoy en día la calle es más peligrosa que hace veinte años, y hace veinte años más que hace cuarenta. Los jóvenes lo saben y lo perciben. Por eso en el fondo agradecen estos límites como una prueba más del amor de sus padres por ellos, ya que le otorgan seguridad y tranquilidad en su exploración del mundo adulto.

Una vez consensuadas las normas y explicadas aquellas que precisan de menos diálogo –“Lo siento hijo, hasta que seas mayor debo cuidar de ti”- llega el momento de vigilar su cumplimiento. En esta tarea es muy útil el reforzamiento del buen comportamiento y de las responsabilidades cumplidas, no solamente con buenas palabras como “Enhorabuena” o “¡Gracias!”, sino también con una mayor implicación del joven en la elaboración de sus propias normas, lo cual le resultará muy motivante en su camino hacia la madurez.

En el caso de que no cumpla las normas no se puede ceder, porque si lo hacemos volverá a cuestionar cualquier límite que le pongamos en el futuro. En ese caso podemos explicarle que quizás no ha sabido moverse en las coordenadas que le hemos puesto -o se ha puesto-, por lo que el estrechamiento de las cotas de libertad –castigo- lo apreciará como parte del aprendizaje para lograr sus objetivos en un futuro.

Un adolescente sin normas o límites se sentirá inadaptado y marginado en una sociedad en la que la tolerancia y la convivencia nos obligan a seguir unas determinadas reglas de juego. Por eso es tan importante que el pájaro vaya abandonando poco a poco el nido y se enfrente al mundo que le espera ahí fuera, conociendo y conociéndose, siempre dentro del marco de referencia y seguridad que le ofrecen los adultos a los que está unido afectivamente.

 

Antonio Javier Roldán

 

Colaboraciones

Poemas transitivos

Poesía absurda

Abrazar estrellas como niños.
Mirar niños como flores.
Oler flores como perfumes.
Derramar perfumes como lágrimas.
Secar lágrimas como heridas.

Mª del Carmen Martín Palacios (13 años)

 

 Poema a la vida misma

Hacer amistades como historias.
Contar historias como trabajos.
Dar trabajos como acciones.
Realizar acciones como sentimientos.
Tener sentimientos como vidas.
Vivir vidas como alegrías.
Recibir alegrías como regalos.
Regalar regalos como canciones.
Escuchar canciones como disparos.
Ver disparos como tristezas.
Sentir tristezas como guerras.
Vencer guerras como muertes.

Alejandro Sánchez Rodríguez (13 años)

 

 Lo maravilloso y absurdo de un mundo ideal

Volar mariposas como ángeles.
Brillar ángeles como estrellas.
Contar estrellas como números.
Unir números como manos.
Leer manos como cuentos.
Viajar cuentos como mundos.
Descubrir mundos como laberintos.
Descifrar laberintos como códigos.
Juntar códigos como pinzas.
Ver pinzas como nubes.
Recorrer nubes como calles.
Nadar calles como mares.
Sentir mares como vientos.
Mover vientos como arenas.
Encontrar arenas como recuerdos.
Soñar recuerdos como príncipes.
Imaginar príncipes como princesas.

Nuria González Muñoz (13 años)

 

Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.

 

 

La Pavoteca examina a…

 

Pablo Motos

Biografía: Wikipedia

Web: El Hormiguero

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

A los 13 años.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Estaba convencido de que en general eran todos unos merluzos aburridos que me contaban cosas que no me interesaban y por otro lado tenía la necesidad continua de retar a mis padres y hacer lo contrario de lo que me dijesen, supongo que era víctima de mis propias hormonas.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

Básicamente hacía el gamberro. Es un milagro que esté vivo porque alguna vez me pasé más de la cuenta… pero se pasa y luego te das cuenta de que tus padres no son tus enemigos, y que hacer el bestia tiene consecuencias chungas.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

Tenía poca, pero me hice muy amigo de un profesor que me entendió, y le quería mucho. Creo que tenía la capacidad de escuchar sin juzgar todo lo que hacía y eso me hacía sentirme bien.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Tenía complejo por mis pecas y porque a mis amigos les salían pelos por el cuerpo y a mí no. Por lo demás todavía no sabía que era bajito.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

Creo que tenía una gran capacidad para ponerme ropa con colores que no combinaban entre sí. Después pasé a vestirme como mi grupo favorito de la época. Llevaba el pelo de punta y me pintaba los ojos. Todavía recuerdo la mirada de conejo de mi padre cuando me veía sentarme a la mesa a comer.

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

Ninguna, venía un cualquiera, te daba algo y lo probabas… Pero no era tan químico como ahora. Y la diferencia es grande, no es lo mismo la marihuana que el cristal… No me gustan nada las drogas. Tengo un par de amigos muertos por su culpa y otros tres o cuatro que ya no recuperarán su vida jamás.

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Me gustaba Pink Floyd, los Thopmson Twins, Sof Cell, Yelow, los Rolling, New Music From a to b, Shakatak, J.J. Cale y tambien Jean Michel Jarre, The Bee Gees, Paco de Lucía, el Camarón, los Daf, en fin, la lista es interminable. Y en cuanto si los sigo escuchando, pues a la mayoría no, ahora me gusta investigar con gente como Shainko, Arto Tuncboyaciyan, Paolo Conte, Carmen Paris, Albert Pla o Diego Carrasco.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

Por supuesto. Cuando piensas solo en ti te sientes muy desdichado y piensas que el mundo es muy injusto porque las cosas no son como a ti te da la gana. Esto te hace estar en guerra con todo el mundo menos con quien te da la razón, es decir, tus amigos. Pero eso es estar fuera de la realidad. Cuando pasa el tiempo aprendes a esforzarte por escuchar y comprender a los demás. Si no aprendes eso es imposible ser feliz y estar tranquilo.

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

Hubo un cambio absoluto un buen día que un amigo mío se mató en un coche y a otro lo metieron en la cárcel. Me alegro mucho de aquel cambio porque si no yo ahora no estaría donde estoy.

¡Muchas gracias, Pablo!

Materiales recomendados

 

Libro: “Aprende a estudiar”

A veces los libros sobre técnicas de estudio están cargados de una nomenclatura al alcance de unos pocos entendidos en la materia. Otras veces nos ocurre lo contrario, que parecen orientados sólo a los alumnos y alumnas, por lo que tanto la maquetación como el contenido de tan asequible podría perder algo de rigor. En el caso de este libro de Concepción Fernández Rodríguez, concentra en doscientas páginas las distintas fases del estudio, con su problemática y estategias de forma amena y clara para familias, profesores y alumnos, usando un lenguaje claro y ejemplos prácticos.

Cuando escogí este libro para recomendarlo en el blog, hice una preselección entre ocho, y este me pareció el más completo para trabajarlo en un ambiente familiar o escolar.

Índice

  1. ¿Por qué resulta aburrido estudiar?
  2. Aprender a estudiar
  3. La planificación del estudio.
  4. La lectura.
  5. Las clases.
  6. Aprender con método.
  7. Motivación y concentración.
  8. ¿Cómo preparar y afrontar un examen?
  9. ¿Cómo pueden ayudar los padres?
  10. Las técnicas de estudio en el aula.
  11. Lecturas recomendadas


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