Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 44


viernes, junio 5th, 2009

 

El último juguete

 

Con la llegada de la primavera una amenaza se cierne sobre todos los hogares. ¿El impuesto de Hacienda? ¿La revisión de la hipoteca? ¿Los programas de televisión de zapping? ¡No! Algo mucho peor, una pesadilla inevitable y necesaria: El cambio de la ropa de invierno a verano. Por todas las habitaciones las pilas de ropa forman columnas inestables de prendas dispuestas a ser clasificadas, planchadas o lavadas. Los habitantes de la casa se deslizan entre abrigos y bañadores -que se observan con curiosidad- procurando no desfallecer ante tan ardua tarea. Mientras, los más pequeños realizan cacerías de polillas oportunistas que aprovechan el descontrol y la ventilación para okupar -sí, con “k”- algún bolsillito con buenas vistas y calefacción central para depositar a la prole. ¿Cómo será una polilla adolescente?

 En casa se Amelia la operación está llegando a su fin. Ahora le toca a su hijo Alberto poner algo de su parte: ¡Hijo! Ahora que estoy cambiando los armarios, ¿por qué no haces limpieza de trastos? Alberto levanta una ceja -está con la videoconsola- a modo de asentimiento, lo cual traducido al castellano significa que “te he escuchado, coloco tu sugerencia en la lista de asuntos a estudiar y en breve -tras la partida- me reuniré conmigo mismo para concretar una respuesta que no me involucre demasiado, pero que a la vez zanje el tema para que no me des la paliza“. Pasados tres días Alberto entra en la cocina a buscar una bolsa de basura para tirar algunas cosas. Tras un estruendo y una avalancha de pantalones -que estaban recién planchados-, nuestro aventurero regresa con una bolsa repleta de residuos. ¡Gracias hijo!

Amelia abre la bolsa con cierta prevención, porque en su interior habita un calcetín acartonado que debió caer por detrás del armario después de un partido de baloncesto. Por los efluvios que emana, posiblemente el susodicho ha actuado de repelente de polillas durante los últimos días… Entre una colección de extraños objetos, entre los que hay desde un libro de matemáticas repleto de graffitis hasta un móvil desechado, llama la atención un muñequito de Spiderman. El muñequito en sí no es gran cosa, pero resulta que hasta un par de años antes era la posesión más preciada de Alberto. No era un juguete más, era “el juguete”, aquel que rescataría en un incendio a costa de su propio pellejo. Amelia está perpleja. ¡Alberto, hijo! ¿Vas a tirar también a tu  hombre araña? Alberto levanta su comunicativa ceja y mira a su madre con curiosidad. Pero mamá, si eso es de críos, por favor, ¡qué cosas tienes! Amelia nota una caricia helada en el ánimo. No puede ser… Casi podría asegurar que aquel trozo de plástico había absorbido parte del alma de su hijo. Dejarlo en la basura es como reciclar un pedacito de la felicidad que se ha vivido en la que ahora es la leonera de la casa. Así que le pasa un paño y lo guarda en un cajón para llevarlo al trastero cuando acabe la limpieza. Quince años después su hijo le colmará de besos cuando descubra a su arácnido amigo mientras ayuda a su padre a pintar el trastero, pero eso Alberto ni se lo imagina hoy en día.

 

Ha llegado el momento de afrontar que Alberto está renunciando a la infancia. Le toca y es necesario. Es un momento especialmente duro para la familia, porque ahora deben darle autonomía para que sepa explorar el mundo de los adultos, provocando un cambio en el papel de los padres que no siempre es sencillo de asumir. En la infancia el niño depende por completo de sus padres, que procuran protegerle de cualquier peligro, anticipándose a cualquier eventualidad y afrontando por él cualquier problema. Pero al llegar a la adolescencia, los padres deben guardar, junto al Spiderman, esa red de protección que habían tejido, para que su hijo no resultara herido por las caídas que produce la vida, para sustituirla por una preciosa parcela en la sociedad adulta donde el recién llegado tendrá que ejercer -y aprender- a ser autónomo. Esa parcela, más o menos amplia, estará rodeada por una valla conformada por los límites que sus padres le van a marcar. Serán menos límites que en la infancia, pero más claros e infranqueables que los de antes. Los padres controlarán la evolución de su cachorrito por la parcela con unos prismáticos hechos de confianza, diálogo y valores. Durante la vida en la parcela, los padres verán como su hijo tropieza y se cae, y más de una vez tendrán que saltar la cerca para echarle una mano y regresar al puesto de vigía, por aquello de no agobiar y dejarle crecer. Si el adolescente respeta los límites y va evolucionando como persona, los padres ampliarán el terreno en el que se mueve a base de quitar algunos de los límites; pero si este no afronta su libertad con responsabilidad y muestra síntomas de una “agorafóbica falta de autonomía”, no quedará más remedio que estrechar los márgenes de movimiento.

Se trata de una etapa especialmente crítica para la familia. Su hijo ya no les necesita como antes -eso piensa él hasta que tiene un problema- y los padres van a recibir muy pocas alegrías, siendo muchos los días que aguarden, con el corazón en un puño, la llegada de su hijo a casa  -discotecas, notas, problemas amorosos, alcohol, crisis, etc.

Si en el terreno de su autonomía reina una excesiva libertad, el adolescente se sentirá indefenso, como un náufrago en un inmenso mar en que se ahogará si no tendemos un chaleco salvavidas. Sin embargo, con límites, aprenderá a moverse de forma segura en las coordenadas que se le ha marcado.

¿Cómo confeccionamos los límites? Pienso que la propia seguridad física y psicológica del adolescente es la que nos debería dictar las normas que necesita:

  • “Mamá, me voy a teñir el pelo de verde fosforito”. Cuando los compañeros se rían de él o tenga problemas para entrar en una discoteca, será el mismo el que descubra que se ha equivocado. ¿Para qué decírselo? Que lo descubra él…

  • “Papi, me voy a una fiesta de Nochevieja en un local del barrio”. Aquí la mezcla de alcohol, noche, coches, local desconocido, implica una situación de riesgo que debe ser valorada y analizada. Posiblemente requiera iniciar un diálogo sobre lo peligroso de la situación y, si hiciera falta, llegar a la prohibición. Entre el presumible enfado en casa y las posibles consecuencias de la fiesta, la elección parece estar clara.

Durante la adolescencia es especialmente importante la coherencia entre nuestras palabras y acciones. Si el joven comete errores, estos no pueden traducirse en una pérdida de cariño, sino de privilegios. Al igual que en el tema de las amistades y las malas influencias, debemos centrar la crítica en las conductas, no en las personas. También es importante que comprenda que los adultos nos hemos equivocado con su edad y, lo que es más importante, aún lo seguimos haciendo. Nuestra vida es consecuencia de nuestros aciertos, pero también de los errores que nos hacen mejorar.

Así que en esta nueva etapa de cambios, los padres sufren su propia adolescencia porque también ellos necesitan adaptarse a una situación en la que su vigilancia en la sombra será larga, pero soñando con muchas futuras alegrías. El día que Alberto descubra a Spiderman en el trastero, recordará con sus padres los felices instantes de la infancia y la paciencia que sus padres tuvieron en la adolescencia, cuando conformaron una parcelita en la que él aprendió a lo que significa la libertad responsable.

Seguro que el día del reencuentro con Spiderman tendrá muchas cosas que contarle a su último juguete.

(Hace años escribí un relato sobre este tema. Está disponible en descarga gratuita: “Una nariz en mi oreja”)

Antonio Javier Roldán


Colaboraciones

Celebración de la primavera

Querida vida:

Desde que era un diminuto brote, me has visto crecer buscando la luz en esta naturaleza, tan bella a la vista pero tan dura cuando buscas tu hueco en ella. Son tantas las preguntas que me hago, que desearía envejecer de repente para descubrir tu secreto, y luego volver a mi juventud sin la incertidumbre del mañana. Dicen las flores de pétalos quebradizos que tu misterio es conocerte día a día, pero siento mucho respeto a tu transcurrir. Algunos días muestro la corola con tanta ilusión que, por unos instantes, me siento la reina de las flores, pero son frecuentes las mañanas que las gotas de rocío me recorren como si fueran las lágrimas de mi corazón.

Es curioso… Cuando apenas brotaba del suelo, sólo sabía llorar por las tristezas, pero ahora mis sentimientos de emoción y alegría también me solidarizan con las gotas de la mañana. ¿Serán mis colores bonitos? ¿Estará mi tallo creciendo fuerte? ¿Podrán los vientos vencer mi ánimo? A veces me siento tan insegura… Miro al sol, pero también quisiera ser un giraluna. Dicen mis mayores que hay que recibir el calor, buscar mi sustento y fortalecer mis tejidos, pero también tengo derecho a soñar y admirar la noche, la cuna donde se mecen mis ilusiones.

Ojala, querida vida, no existan manos que quieran contarme o arrancarme del suelo. Todas bebemos de la misma tierra y todas tenemos derecho a conocerte. ¿Me oyes, vida? Quiero devorarte, quiero disfrutarte en plenitud, hacer de cada uno de mis actos una ofrenda a ti y envejecer sin que nadie pueda decirme que no he vivido. No dejes que mi existencia sea baldía, que mi guía sea el amor y la búsqueda de la verdadera belleza. ¿Verdad que es eso lo que quieres de mí? Puedes secar mis actitudes negativas, eliminar el barro que me quema por dentro, podar mis malos sentimientos y hacer de mí una diminuta fuente más.

Aunque tengo mucho miedo a equivocarme, creo adivinar entre los árboles que nos protegen que quizás vivir consista en repartir algo de vida a todos los que están a mi alrededor. Tan sencillo y tan complicado a la vez. ¿Cómo atreverme a saciar la sed a mis compañeras si en los días calurosos soy yo la que querría recorrer el río hasta caer en el mar y fundirme en la inmensidad? A pesar de mis dudas, aquí me tienes, vida, dispuesta a ser parte de ti hasta que mis restos abonen la tierra para ser nutriente de esperanza y futuro.

Me entrego a ti, haciendo de mi pequeña existencia una vocación constante de amor, regando el aire con mi fragancia y vistosidad para que mi presencia sea bendición de todo aquel que te busque entre la oscuridad y el desamparo. Desde hoy, seré todo cuanto que sea capaz de dar a los demás, con el amor por bandera en un mar de sueños.

Firmado: Una flor en primavera.

Antonio Javier Roldán

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La Pavoteca examina a…

 

Javier Elzo

Biografía: Wikipedia

Artículo: Premio Eusko Ikaskuntxa 2009

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

Muy pronto. Digamos que a los 9 o 10 años. Fui un pre-adolescente precoz.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Dura. Nací el 42 y se mascaba la posguerra en el País Vasco. Era muy independiente e, incluso en casa, tenía problemas de acomodo. Soy hermano mayor y mis padres (mi padre sobretodo) querían lo mejor para mí, claro, pero necesité llegar a la edad adulta para comprenderlo.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

Jugaba mucho al fútbol y, aunque menos, a la pelota. También haciamos guerras los de un barrio de mi pueblo (yo era del barrio de la estación de Beasain) contra los de otro barrio. El pueblo entero era el campo de batalla, con predilección por el huerto del párroco, de cuyos árboles frutales dábamos buena cuenta.
Cuando la “batalla” había terminado ibamos todos, los de los dos barrios “en guerra”, a tomarnos unos vinos con gaseosa.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

Complicada. Era muy respondón.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Era extremadamente delgado. De hecho en mi cuadrilla me llamaban “txipirón” ( o, Txipi, como todavía me llaman) pues era alto y delgado. Las chicas se ponían detrás de la portería (yo jugaba al fútbol de portero) y además de llamarme “txipiron” y “canilla” (por mis piernas) me tiraban piedrecitas. No tenía éxito con las chicas. Lo llevé mal.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

Tenía baja autoestima de mi imagen, por lo que acabo de relatar. Nunca me ha preocupado la ropa, con tal de que sea cómoda. La ropa esta hecha para el hombre y no el hombre para la ropa.

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

De educación sexual nada de nada. Una vez apareció una francesita en el pueblo y todos fantaseábamos con ella que, displicente, se fué con uno del pueblo de al lado. En mi cuadrilla, algunos, no lo hemos superado.

Entonces no había drogas. Fumábamos cigarrillos y artobisarra (palitos de maiz con los que nos hacíamos cigarrillos infumables). Fumábamos a escondidas, en el monte o en el váter en casa. Cuando escucho en los aviones las mentiras y amenazas que nos cuentan, en este sociedad del control y represión desde el 11 de septiembre de 2001, para no fumar en el vater, me viene sistematicamente a la mente los (escasos) cigarrillos que fumé de crio.

Entonces el alcohol no era droga. En casa me daban Quina San Clemente para ver si engordaba y me robustecía.
Yo pasaba el clarete que mi abuelo compraba en La Rioja a las botellas y a veces, el clarete desviaba su viaje y me fortalecía. Pero en toda mi vida me habré emborrachado menos veces que dedos tiene una mano.

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Ademas de la música autóctona, muy pronto, por razones que no sé dar, me enganché a lo que se llama musica clásica. Hoy soy adicto a Bach, Beethoven, Bruckner, Mozart, Schubert, Wagner….No podría vivir sin ellos. Habiéndoles ya superado en edad me pregunto si aún tengo derecho a vivir.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

¡Vaya que sí!. Es que además de respondon, siempre he sido complicado y un pelín vanidoso. ¡Ay!

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

Desde que tengo uso de razón la pregunta religiosa me ha acompañado con fuerza. Nacido en un ambiente muy católico todavía hoy mi pregunta no es tanto si creo o no creo en Dios (a lo que contestaría que sí en una encuesta) sino en qué Dios creo o, mejor, qué pongo detrás de la palabra “Dios” en quien digo creer (o querer creer).

¡Muchas gracias, Javier!

Materiales recomendados

 

Web: Educar Bien

En esta web, del Grupo Editorial V, encontramos diversas secciones de interés con un lenguaje claro y unos contenidos que abarcan desde el inicio de la infancia hasta el final de la adolescencia. Cuenta con foros, consultorio, artículos sobre educación, alimentación, psicología o salud.

En la web disponemos de cuatro blogs de especialistas en los que un psiquiatra, un psicólogo, una pedagoga y un especialista en educación tratan diversos temas. Algunos de los temas tratados están ampliados en la sección de “A fondo”, con una colección de artículos.

Resulta muy curiosa la entrada a recetas para niños, donde se demuestra que la cocina sana y atractiva para los más jóvenes es posible. Habrá que probar la fruta con chocolate que nos sugieren…

La pena es que la web parece paralizada desde hace un año. Aún así los contenidos accesibles a fecha de hoy son muy atractivos.



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