Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

El osito de peluche


viernes, octubre 5th, 2012

 

El osito de peluche

 

Jacky no era el peluche más grande del mundo y tampoco el más guapo, pero tenía una resistencia a los lavados a prueba de chocolate, barro y cualquier otra sustancia del amplio y pringoso espectro infantil. Su destino había estado unido a Susanita desde que esta tenía uso de razón. Estoicamente aguantó con ella las largas noches de gripe, empachos y catarros. Absorbió con eficiencia las lágrimas de Susanita cuando su abuelita se fue al cielo y fue un confidente discreto cuando por las noches velaba sus secretos. 

Nuestro osito tomó té con lo más selecto de las muñecas del vecindario, y no le hizo ascos a las comiditas de plastilina que su ama le preparaba con escasa habilidad. Menos mal que su tripa era resistente. Sufrió la tortura de ser peinado con un cepillito de todo a un euro y portó con dignidad los avalorios de la pija Barbie imaginándose que se había reencarnado en un Hippy Bear de los setenta. 

Jacky era un peluche con inquietudes por lo que solía visitar el cine club del salón para documentarse sobre el destino de los juguetes. La trilogía de Toy Story supuso para él un descubrimiento de los cambios de la adolescencia que estarían por venir. Lo del blog de La Pavoteca era para humanos. Por eso, con el paso de los años, comprendió que cada día sería más frecuente su ausencia de la camita de Susanita. Es la ley de los juguetes, uno se hace mayor y tal…

 

Sin embargo, había algo para lo que Jacky no estaba mentalizado: ser sustituido por otro. Vale que Susanita no tuviera ya edad para mascotas, pero que le desplazara por uno más nuevo nunca lo hubiera imaginado.

El recién llegado era bastante feo. Enano, plano y con un solo ojo. Eso sí, con lucecitas y sonido, para ganarse al cliente por el camino fácil. ¿Será tramposo? Susanita no se separaba de él ni para ir al baño, se dormía con él bajo la almohada y lo cobijaba en su regazo durante las horas de estudio. ¿Cómo una mascota tan horrible podía cautivar así a su dueña?

 

El colmo fue cuando un día se acercó a charlar con el novato y decirle claramente quién mandaba allí y al mirarle al ojo descubrió un pajarito azul que le informaba de que su dueña ya no era Susanita, sino “Susi99_Thebest_Flipa”. ¡Qué extraño! Ahora comprendía porque Susi99_Thebest_Flipa tardaba tanto en dormirse, debía estar pasándolo muy mal con ese nuevo nombre. A su edad un “Susana” sería mucho más elegante.

Pasaron las semanas y Susi99_Thebest_Flipa cada vez parecía más enganchada a su nuevo amiguito. Jacky seguía sin entender qué tenía aquel tipo que no tuviera él. Su pena inicial se transformó en  preocupación, ya que una cosa era pasar las noches de invierno acurrucaditos en la cama y otra vivir permanentemente en el bolsillo.

Pero un día aconteció algo muy extraño… Susi99_Thebest_Flipa estaba observando muy concentrada al osito planito, cuando de repente se le cambió la cara. Las lágrimas surgieron de sus ojos y, en un ataque de furia, lanzó a la nueva mascota contra el suelo, dejándole el gran ojo a la funerala. Deben ser las hormonas esas de la adolescencia, pensó Jacky. Como ahora vaya por mí es capaz de descabezarme. Pero no fue así…

 

 

Tras pasar muchos meses aburrido en la estantería, esa noche Jacky regresó a la cama para secar el llanto de Susanita. De nuevo fue cómplice de sus sueños y presintió el desengaño en el corazón ardiente de su ama. Desempolvó su ternura para acunarla como antaño en la larga noche. No te preocupes, Susanita, que mientras te conviertes en Susana yo siempre estaré a tu lado.

Cuando la adolescente cerró los ojos, Jacky miró con altivez al teléfono roto que yacía en el suelo y, mientras acariciaba el pelo de la joven, murmuró: “hay que cosas que no se deben dejar en manos de aficionados”. Entonces cerró sus ojos de cristal y se fundió con los sueños de Susana.


 

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