Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

¡Qué sabrán las chicas!


miércoles, julio 17th, 2013

¡Qué sabrán las chicas!

Pascualito está literalmente destrozado. Ha suspendido hasta las clases particulares, la chica de sus sueños tontea con uno de los mayores, su querido equipo de fútbol cae goleado un domingo más, sus padres le han castigado sin PSP, sin ordenador y sin móvil, y lo que es peor, tiene un grano entre ojo y ojo por el que ya se le conoce por el Unicornio.

Pascualita tampoco está para fiestas. Ha sido pillada en el examen de Sociales con un alijo de capitales europeas oculto en el estuche, él no sólo parece ignorarla si no que además se hace el encontradizo con la petarda del grupo E, mamá le ha dicho que con zapatitos de domingo que no va al colegio y, por si quedaba algo, eso de la pubertad va por barrios, o mejor dicho, por zonas, que parece que su cuerpo no sabe de armonías.

Pascualito y Pascualita se enfrentan al recreo con gesto cansino, directos a comprarse un palmera bien cargada de chocolate a modo de ansiolítico que les ayude a afrontar media hora de relaciones sociales con la bandera a media asta. Hoy nada de manzanitas.

Juanito ha encontrado algo caído a su inseparable amigo Pascualito. Se acerca a él despacio, se sitúa a medio metro de distancia y le saluda con leve puñetazo en el brazo. ¿Qué pasa tío? Pascualito responde al gesto dando un manotazo a Juanito en la tripa. Un profesor que cuida el patio se pregunta si se están dando de leches. Pues ya ves. Desayunando. Juanito le pregunta por su estado de ánimo. Estás jodío, tío. ¿Qué te pasa? El otro baja los ojos y mira a su alrededor. Nada. ¿Qué me va a pasar? Juanito también mira a derecha e izquierda. No está muy acostumbrado a tener confidencias con su amigo ahí, en público, a la vista del foro social. Aún así insiste, por lealtad a su colega. ¡Venga! A ti te pasa algo. Pascualito le mira fugazmente a los ojos y balancea la cabeza. Algo sí que me pasa. Pues cuenta, tío, que para eso están los amigos. En ese momento Juanito pasa de estar a cincuenta centímetros a estar a diez. A Pascualito le incomoda la invasión de su espacio físico y retrocede antes de narrar su lista de problemas. Juanito asiente gravemente. ¡Pobre Pascualito! Necesita mi ayuda. Tiene los ojos llorosos. Quizás debería abrazarle, pero me va a tomar por un maricón. Le pondré la mano en el hombro. Pascualito mira la mano como si fuera un alacrán. No, si no estoy tan mal. Las lágrimas están a punto de surgir. Juanito comienza a apurarse. ¡Joder! Que este se me pone a moco tendido. Entonces comienza a darle a su infeliz compañero una lista de soluciones para cada una de las cuestiones que le preocupan. Gracias tío eres un amigo. ¿Tienes un pañuelo de papel? Por supuesto, los que quieras. Y quiero verte contento, ¿vale? Le da una colleja y se aleja de allí comprobando la presencia de testigos.

Juanita se encuentra a Pascualita llorando en la escalera. Se sienta junto a ella. La rodea con el brazo. Le da un beso en la mejilla. Tantas veces han hablado de sus sentimientos que apenas necesita que le diga nada. ¿Es por el tonto ese? Es que los hombres sólo piensan con… Comprendo cómo debes estar. Lo que no sé es como le puedes aguantar, con lo que tú vales. Pascualita asiente a medias. ¿Hay más? ¡Tu madre! Seguro que ha sido ella. ¿Otra vez los zapatos? Pascualita asiente. ¿Qué sabrá ella de moda? Juanita acaricia la cabeza de la desdichada amiga y señala a los deportivos de la discordia. Si tu madre fuera a la oficina con zapatillas seguro que la mandaban a la calle. Pascualita se deja coger la mano y poco a poco se va tranquilizando. Menos mal que existe alguien en este mundo que me comprende.

Minutos más tarde, cuando Pascualita se ha calmado, gracias a las caricias físicas y verbales de su amiga, escuchará el punto de vista de Juanita sobre sus problemas. No le da la razón en todo. Eso lo hacen las colegas. Yo soy tu amiga y no te voy a mentir. Aunque no te guste lo que escuches, te lo digo por tu bien. Lo de copiar está fatal, tía. Caminarán cogidas por el patio durante unos minutos. Juanita se ha puesto las gafas de Pascualita para ver el mundo como ella, ha usado su cuerpo para transmitir su afecto y, una vez que Pascualina se ha sentido comprendida, el terreno está fértil para que su mejor amiga le ponga las cosas claras. Juanita no se corta nunca con las amigas.

Pascualito también se va a clase, con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Se cruza con las dos amigas que van hacia el edificio unidas por el brazo y piensa: Mira que son sobonas y toconas las chicas. Niega con la cabeza y se aleja en silencio ensimismado en sus pensamientos. Un balón le golpea por la espalda. Lo observa en silencio. Toma carrerilla y se lo devuelve a su dueño de un potente disparo hacia la portería más cercana.

¡Qué sabrán las chicas!

(Publicado en febrero de 2007 en Corazones de tiza en las paredes del patio)


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