Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Las magdalenas de la abuela


lunes, diciembre 16th, 2013

Las magdalenas de la abuela

Cuando miras a tu alrededor y contemplas la pobreza económica de la mayoría de los niños de nuestro mundo y el declive de la imaginación en la aldea global, te sientes culpable por recordar que fuiste un niño feliz. No me importó no cumplir algunos deseos materiales (el Scalextric me llegó con más de veinte años de retraso pero con veinte veces más emoción), porque encontré muchos tesoros ocultos que fueron todavía más preciados que los sueños que perseguía. Mis padres ejercieron como tales, sumergiéndome en la piscina de la vida con unos límites claros y acompañándome con paciencia en mi adolescencia. El sacrificio de mi madre, quedándose en casa, renunciando a una profesión (hubiera sido una excelente maestra), sirvió para que siempre hubiera una referencia en nuestro hogar. Mi padre, incansable trabajador, sacó tiempo para impartir cursos, ganar premios y conocer el lado menos agradecido de la Educación en cargos directivos, para que nunca faltara dinero en casa. Mis padres se comportaron (y comportan) como tales, haciendo de la familia un proyecto vital en el que reinaba la generosidad.

Mientras mis padres levantaban el edificio, mis abuelos preparaban las ventanas que me mostrarían los puntos cardinales  de la creatividad, la curiosidad, la complicidad y la tradición. De mis abuelos aprendí a amar la cotidianidad, los objetos antiguos, la naturaleza, la cocina hecha con cariño o el coleccionismo. Cada uno me inculcó sabias lecciones, pero siempre desde la afectividad. ¿Nos es esa una sabia enseñanza para un profesor?

Quizás hoy en día las funciones de padres y abuelos no estén tan delimitadas como antes. Nuestro ritmo diario, la necesidad de pagar una hipoteca o la de falta de conciliación laboral, hacen que muchos abuelos hagan el papel de padres y algunos padres el de abuelos, provocando que algunos niños perciban los muros como ventanas y que algunas ventanas sean simples tragaluces.

En los días que escribo estas líneas, mi abuela, la última de mis cuatro ventanas, se está despidiendo de nosotros. De todos mis recuerdos, me he quedado con uno que es muy especial para mí… Cuando era niño, había dos grandes empresas de bollería, Bimbo y Ortiz. Sus atractivos productos se anunciaban en los tebeos y en la televisión. Bony, Bucaneros, Tigretón, magdalenas Ortiz… Siempre tan caros, pero con aquellos cromos maravillosos. A veces, si mi madre había logrado ahorrar unas pesetas de la compra, nos daba el capricho, pero no eran asequibles.

Una vez, siendo muy pequeño, en su preciosa cocina, con repostero, alacena y venta con vistas al limonero, me topé con una extraña cacerola. Intrigado le pregunté por ella y me explicó que servía para hacer magdalenas. ¿Magdalenas? Pero, ¿¿¿tú puedes hacer magdalenas???

Mi abuela, que me daba acceso a la torre donde se escondían los tesoros, que me preparaba la mezcla para las pompas de jabón,  que hacía de mi estancia en el pueblo toda una aventura, ¡tenía el poder de hacer magdalenas! De acuerdo, no tenían los cromos de “Busca la pareja”, pero estaban mil veces más buenas. Desde aquel momento y hasta que se vino a Madrid, siempre que visitaba su casa tenía una bolsa de sus magdalenas esperando, como símbolo de su acogida y cariño hacia sus nietos. Cierto que tengo otros recuerdos, pero este abarcó desde mi niñez hasta mi juventud. Quizás por eso, el año pasado me empeñé en hacer en casa magdalenas y, tras “desconcertantes” resultados, lo logré con gran alegría, pensando que la tradición iba a continuar. Yo no uso aquella cacerola-horno tan bonita, pero con mis moldes de silicona me siento capaz de recuperar esos “superpoderes” que ella me mostraba en la cocina.

Con esos “superpoderes” no es de extrañar que se ganara el mote de la “Superabuela”.

NOTA DEL AUTOR: tras el fallecimiento de mi abuela “mis pavitos” me inundaron el móvil y el Twitter con mensajes de ánimo muy cariñosos. ¿Quién dijo que nuestros adolescentes no tienen valores positivos? Me siento muy orgulloso de ser profesor…

2001-odisea-espacio


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