Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 13


viernes, octubre 31st, 2008


 

Creo en mí

 

Cuentan por ahí una historia de un célebre enólogo que dedicó su vida a crear un vino aterciopelado, muy apreciado en todo el país. Sus amigos decían que su gran secreto era el cariño y la dedicación que ponía en su trabajo, vigilando cada cepa y escuchando a cada empleado. Los envidiosos, aquellos que anhelaban su fama y prestigio, argumentaban que su tierra era la mejor de la comarca y que la calidad de su cosecha era la causante de su éxito.

Según pasaron los años, mientras los premios y reconocimientos seguían llegando, nuestro enólogo fue preparando a su hijo para que algún día tomara las riendas del negocio, porque deseaba disfrutar de su jubilación en el campo paseando por su propiedad. Para ello le buscó una buena facultad de ingeniería agrónoma, desde la que acceder al título de enología, y le pagó un master en administración de empresas. Cumplidos los 65 años, el enólogo llamó a su hijo y le anunció que había llegado el momento de entregarle su legado. Padre e hijo se abrazaron emocionados.

A los pocos días el hijo reunió a los trabajadores y les dictó sus instrucciones para el cuidado de las vides. Después contrató a un compañero de facultad para ponerle al frente de las bodegas, ofreciéndole una prejubilación anticipada al perplejo responsable, que llevaba cuarenta años en el negocio familiar y se sentía con fuerza para otros cuarenta. A una empresa de marketing y diseño le encargó unas nuevas etiquetas para las botellas así como una campaña de publicidad para introducirse en el mercado americano. Y así siguió varios días introduciendo nuevos cambios en la empresa.

Mientras tanto, en el corazón del padre se instalaba un doble sentimiento. Por un lado se sentía orgulloso de la formación y el espíritu emprendedor de su hijo, pero por otro notaba una punzada de dolor al ver como la obra de su vida se iba transformando poco a poco. Con el paso de los años la empresa fue creciendo sin apuros económicos, pero con un nuevo estilo adaptado a los tiempos. Así un día lograron el certificado de calidad y el “Diploma regulador de denominación de origen de la CEE de explotaciones vinícolas con distintivo exportador” -la repera, oiga- para poder lucirlo con orgullo en el logotipo.

Muchas veces a las familias les ocurre como al padre de la historia, que educan a su hijo en unos valores y principios pensando que serán la base de su vida adulta, sin percatarse que el adolescente lo primero que hace al llegar a esa edad es poner a prueba todo lo aprendido en casa y en el colegio, investigando por su cuenta y experimentando sus nuevas ideas, para lo cual no tendrá problemas en arriesgarse y cruzar alguno de esos límites que antes le marcábamos. Al ser un nuevo miembro activo de la sociedad iniciará un viaje personal para conocerse a sí mismo, en el que las características inherentes a su juventud, como el idealismo o la aventura, serán sus compañeras en un viaje durante el que se verá capaz de resolver todos los problemas y contratiempos.

En esta nueva fase de su adolescencia la curiosidad se vuelve más activa, y es un buen momento para ver películas, leer libros e investigar el mundo que le rodea. Esta exploración, unida a los principios aprendidos en la infancia -no olvidemos que en la historia del vino las uvas y la tierra eran las mismas para los dos protagonistas-, será la gran responsable de los cimientos de la persona que se está transformando. Habrá momentos en que el joven se declare creyente y a las pocas semanas sea un ateo convencido. Otras veces nos asustará con comentarios intolerantes o agresivos, para luego volcarse un fin de semana en ayudar a algún colectivo que esté pasando apuros.

A menudo las creencias y el sistema de valores que se está construyendo quedarán mediatizados por la realidad social, porque en el escaparate que le mostramos los adultos contempla un mundo brillante gobernado por el consumismo y la riqueza, en contraposición a la realidad del paro y a la falta de recursos. Por eso no podemos comparar nuestras motivaciones por el estudio con las de las nuevas generaciones. Nosotros buscábamos lograr un nivel de vida mientras que ellos pretenden mantener el que han tenido desde la cuna. Esta misma situación de confort que desean conservar les hace retrasar a veces su propia emancipación o anteponer el placer al sacrificio.

A veces, analizando las creencias y los valores de los adolescentes, podemos caer en la tentación de menospreciarlos, sin darnos cuenta de que son el reflejo de la sociedad que les estamos ofreciendo.

Un día leí en internet unas declaraciones muy interesantes de un célebre intelectual: “Nuestra juventud adora el lujo, es mal educada, burla la autoridad y no tiene el menor respeto por los viejos. Nuestros hijos, hoy son verdaderos tiranos. Ellos no se levantan cuando una persona mayor entra, responden a sus padres y son simplemente malos.”

Duras palabras, a fe mía. Las dijo Sócrates hace 2400 años.

Antonio Javier Roldán

 

Colaboraciones

Recuerdos de un profesor jubilado (V): Los que se quedaron atrás (2ª Parte)

Al comisario del barrio le llamaban el sheriff, tanto era el esfuerzo que se necesitaba para mantener el orden. Cuando me incorporé al instituto me dieron la poco reconfortable noticia de que el centro de enseñanza había sufrido treinta problemas de delincuencia en el curso anterior. Varias bandas juveniles atracaban a nuestro alumnado todos los días, e incluso entraban en los patios al menor descuido. Las profesoras salían a las seis de la tarde cogidas del brazo, sin mirar a nadie, hasta que llegaban a la parada del autobús. Incluso un inspector que se equivocó de puerta de entrada, tuvo que pasar por el centro de una pandilla que estaba allí esperando sus presas.

En los años en que fui directivo, me recibían en la comisaría como a viejo conocido, y me pasaba esperando turno para las denuncias gran parte de mi horario laboral. Conocí a varios inspectores de policía, con los que coincidiría más tarde con motivo de otro tipo de hechos muy tristes que no vienen ahora al caso. Ni las denuncias ni las fugaces detenciones lograban mejorar el ambiente de inseguridad en el que vivíamos. Había que observar la cara escéptica del guardia mientras tecleaba la denuncia: “Y dice usted que han atracado a un alumno…¿dentro o fuera?, porque si es dentro no es cosa nuestra…”

A algunos jefes de pandilla los conocíamos, e incluso alguna vez tuvimos que echarlos del patio. Cambiaban mucho, porque siempre había alguno detenido y otros se buscaban nuevos aires. También sufríamos a otros que eran totalmente anónimos, como los que nos rompían los cristales en los fines de semana. El instituto era muy abierto y luminoso, todo de cristales, y desde detrás de la valla se podía intentar romper algunos con el uso de buenas piedras y aceptable puntería. Gran parte de nuestro presupuesto se iba en reponer roturas, e incluso fuimos incorporando plástico irrompible a la fachada.

¿Por qué lo hacían? No era sólo el placer de romper; hubieran terminado por cansarse. Hablando con nuestros alumnos y con sus padres nos dimos cuenta de que estábamos atendiendo a la primera generación que estudiaba Bachillerato en el barrio. Sus padres no tenían estudios en general. Tampoco entendían lo que era la Enseñanza Media. Creían que sus hijos iban a un colegio que se prolongaba mucho. Aún recuerdo alguno que me decía: “Usted le pega fuerte, que si no, no hay forma de sacar nada de él”.

Los que no estaban con nosotros tenían un porvenir muy distinto. Ya para entonces no era fácil encontrar trabajo sin el título de Graduado Escolar o el Bachillerato, y se podían ver abocados al subempleo. Ellos lo sabían, y también que dentro de nuestro instituto había vecinos suyos, de su misma edad, incluso amigos, que sí estaban estudiando y sí podían ver el futuro con más esperanza. Por eso a veces les entraba el deseo de vengarse, de fastidiar a aquellos privilegiados, que después irían a la Universidad, se prepararían, conocerían mejor la situación política y participarían en el nacimiento de la democracia.

Me inquieta pensar qué será ahora de aquellos pandilleros y de los que con tanta efectividad nos estropeaban las fachadas. Tendrán cincuenta años, serán padres de familia, e incluso puede que alguno ya sea abuelo. ¿Qué recuerdos de su juventud podrán contar a sus hijos? ¿Optarán por callar? ¿Cómo pensarán ahora sobre la sociedad y la política? Es seguro que muchos se habrán hecho con una cultura, o que incluso sean prósperos empresarios, pero creo que cuando piensen en sus años jóvenes les quedará todavía la sensación de que ellos se perdieron algo.

Antonio Roldán Martínez (Web)

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La Pavoteca examina a…

 

Tamara Rojo

Biografía: Wikipedia

Web: Oficial

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

Alrededor de los 13 años. Por primera vez me di cuenta que mis decisiones tenían consecuencias a largo plazo, que esto ya era el ensayo para mi vida adulta.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Distante, totalmente desinteresada por mí y por mis sueños que no veía reflejados en ningún medio de comunicación o entorno social.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

Tenía muy poco tiempo libre pues combinaba el colegio con el aprendizaje de la danza pero lo que siempre me apasionó fue perderme en los libros .

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

En general buena. Soy hija única y se me incluyó en reuniones y cenas de adultos desde que nací.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Exageradamente, probablemente como consecuencia de mirarme al espejo 6 horas al día con el único propósito de la autocrítica.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

Bastante confusa. Me dejaba influenciar por actrices y cantantes de pop pero, a la vez, yo era muy naif y asexuada.

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

Ninguna.

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Michael Jackson, Mecano, Duncan Dun, Héroes del Silencio… sólo les escucho cuando me entra morriña.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

Constantemente. Era demasiado intensa, con una misión única, lo que hacía complicado el sentirme identificada con el resto de los adolescentes fuera del mundo de la danza y, dentro, estaba además muy politizada por mi entorno familiar. Total un lío.

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

No hubo cambios en mis valores o principios pero sí me di cuenta de que no debía airearlos a los cuatro vientos y que mucha gente no tenia por que compartirlos.

¡Muchas gracias, Tamara!

Materiales recomendados

 

Libro: “Sexo con sentido”

La sexualidad asalta a los chicos y a las chicas en el proceso de crecimiento que los lleva desde la adolescencia hasta la juventud. Es el momento de la consolidación de la identidad sexual, de las primeras vivencias y manifestaciones eróticas, en un principio autosatisfactorias y más tarde en relación con otros. Pero también es el momento de la incertidumbre, no sólo por la inexperiencia sino también por la multitud de mensajes contradictorios que reciben.

El libro ofrece información clara sobre los diversos procesos que acompañan al despertar sexual desde un enfoque positivo, defendiendo la sexualidad con sentido como instrumento para que los jóvenes tomen decisiones oportunas, aprendan a conocerse mejor, se reconcilien con su cuerpo en desarrollo y eviten exponerse a riesgos que pueden ser evitados.

En él encontramos capítulos sobre las etapas, el cuerpo, los anticonceptivos, los problemas sexuales, el embarazo, los abusos, las enfermedades, o una descripción sobre las consultas de ginecología y urología, entre otros temas.

Índice

  1. Sexualidad en positivo.
  2. La virginidad y otras gaitas
  3. ¡Mi cuerpo no se entera!
  4. Tú el tuyo y yo el mío.
  5. ¿Lo que me pasa es normal?
  6. ¡Quiero ser madre!
  7. ¡No puede ser verdad!
  8. ¡No se lo que paso!
  9. ¿Qué pinto yo en todo esto.
  10. ¡Quiérete, quiérele!
  11. ¿Por qué a mi?
  12. Soy algo diferente ¿y que?
  13. ¿Qué me van a hacer?



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2 Responses to “Capítulo 13”

  1. Antonio Says:

    Sin darnos cuenta de ello, todos los padres pretendemos que nuestros hijos sean nuestros espejos, nuestra prolongación tanto en la personalidad como en los intereses y forma de ver la vida, y eso no es así. Los principales valores que transmitimos a los hijos no son casi nunca los que nos propusimos, sino los que ellos percibieron. Si recuerdo la educación que me dieron mis padres y pienso en qué conservo de ella todavía, tengo que admitir que una buena parte la tuve que desechar a lo largo de mi vida, y otra la reconocí de forma inesperada al hacerme mayor.

    Te das cuenta de todo esto cuando pasan los años y maduras. Lo malo es que muchos padres hemos tenido que educar antes de madurar del todo…

  2. Antonio Javier Roldán Says:

    Coincido contigo. Hay unos valores intangibles que se descubren con el paso del tiempo y que, en su momento, se enseñaron mediante el ejemplo. A lo largo son los que perduran.

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