Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 3


domingo, septiembre 7th, 2008

El despertar

 

Si el lector conoce el libro “La metamorfosis” (Frank Kafka) recordará la historia de Gregorio Samsa, un tipo corriente que un día se despierta dentro del cuerpo de un escarabajo gigante sin saber el porqué. Encerrado en su habitación aguarda con miedo el momento en el que su familia, inquieta por su ausencia, acudirá a buscarle para descubrir con horror lo sucedido. A pesar de la sorpresa, la familia procura alimentarlo y cuidarlo con resignación, aunque noten en él que ha perdido la racionalidad de su antigua condición humana y eso provoque rechazo general e incluso agresividad por parte de su padre.

Sin llegar al extremo del relato de Kafka, sí es verdad que el adolescente va descubriendo poco a poco que su cuerpo está cambiando rápidamente, teniendo la rara sensación de estar confinado en un cuerpo que no le pertenece, como si fuera un espectador ajeno a lo que pasa. La imagen que le devuelve el espejo, los signos de la pubertad como el vello, el acné, el crecimiento desigual, el desarrollo de los genitales, forman un conjunto de síntomas que inevitablemente dan lugar al cambio psicológico. Cuando hablamos del despertar de la pubertad podemos caer en la tentación de quedarnos en los aspectos fisiológicos -de los cuales se hablará en este blog en los próximos días- olvidando que la madurez psicológica y la física, aunque relacionadas, no conviven de forma armónica.

Desgarbado, con pérdida de control muscular, estrenando aroma corporal, necesitado de un nuevo aprendizaje en su coordinación, sujeto a las expectativas que tenía sobre su imagen desde niño y observando con curiosidad su madurez sexual, es fácil que sienta un rechazo inicial por esos cambios. Por eso cada día anota mentalmente los síntomas que se van produciendo, censando el número de granos, el tamaño de los senos, la altura o el peso. Si a esto le unimos las nuevas responsabilidades, el derrumbe del estatus de los adultos en su vida, las nuevas necesidades sociales y el cambio afectivo que le produce el despertar, nos haremos una idea de lo inseguro que se puede sentir al caminar por su mundo.

Al igual que ocurría con el coleóptero de Kafka, la reacción que tenga su entorno ante los cambios será determinante para comprender lo que le está pasando, por lo que es conveniente que sepa de antemano, uno o dos años antes, lo que le va a ocurrir. Como sucede con la educación afectiva y sexual, es interesante recibir una formación con tiempo, para que esta cubra todas las etapas. También puede ser una buena idea hacerle notar que los cambios son positivos, buenas noticias. En el caso de las chicas, son muchas las familias que celebran la llegada de la primera menstruación, incluso con un regalo. Ahí los chicos pueden sentirse más abandonados y cohibidos ante la falta de notoriedad externa de sus cambios en el ámbito familiar.

Además, la pubertad significa también que físicamente el joven puede ser padre o madre, una realidad tan increíble para el adolescente que le abre un abanico de expectativas que, animado por las hormonas, le invita a la exploración de su cuerpo y el de los demás. Cualquier avance en su relación con el sexo opuesto significará un tanto a favor en su autoestima y en su humor, pero también es capaz de venirse abajo por un comentario negativo sobre su físico, su madurez o su forma de actuar. Por eso el amor suele ser una buena noticia para la persona que se está afianzando, incluso puede ser un gran aporte en su crecimiento. Cierto es que también se puede abrir un nuevo frente de fracasos y desengaños, pero forma parte del entrenamiento y de su educación afectiva.

Mientras tanto, los que estamos al otro lado de la puerta y que un día nos topamos con “el escarabajo”, tenemos que estar listos para mantener la normalidad, recordarle que todo lo bello se forma lentamente y ayudarle a convivir con ese cuerpo que parece ajeno, aceptando aquellas metamorfosis que no sean lo agradables que esperaba y que le acompañan desde ese día en el que se miró al espejo y descubrió que la infancia se estaba alejando.

Antonio Javier Roldán

 

Colaboraciones

 

Recuerdos de un profesor jubilado (III): Clandestinos e infiltrados

En los últimos años del franquismo no te fiabas de nadie. No sólo en la Universidad, sino también en los institutos, especialmente en los nocturnos. En el alumnado convivían activistas de izquierdas con confidentes de la extrema derecha y con policías de la Social matriculados a propósito. Gente con el carné del PCE se sentaba junto a falangistas, pero nadie se descubría ante nadie. El profesorado también estaba dividido y sólo se manifestaba en los claustros, haciendo una confusa mezcla de educación y política que paralizó la enseñanza durante una década.

Los muy jóvenes vivían la clandestinidad heredada de sus padres. Eran familias de gran tradición en la lucha antifranquista, y sus hijos hacían lo que podían en los institutos, y la verdad es que lo hacían muy bien, porque podían inundar de carteles el centro en un cambio de clase u organizar una asamblea ilegal espontánea en un recreo. Los había de dos clases: los oradores, que intervenían en todas las asambleas con palabras sencillas y llenas de fuego, y los verdaderos organizadores, que raras veces se destacaban y se situaban siempre en la periferia. Recuerdo a uno de ellos, que durante todo el bachillerato pasó como alguien abúlico y mal estudiante, y resultó ser uno de los más comprometidos en la lucha.

En el otro extremo ideológico se daba menos la cara, pero la policía aparecía de improviso en el momento oportuno, como avisada por un invisible espíritu del orden que les guiaba a donde eran necesarios. Aquí se sospechaba más de profesores y conserjes, que tenían los teléfonos más a mano. Las autoridades sabían mucho de los institutos, aunque a veces, ante la inminente caída de la dictadura, dejaban las cosas correr. Otras veces se veían obligados a intervenir, especialmente después de la publicación del famoso decreto de 1975 que amenazaba con acusar de subversión al funcionario que conociera a alguien sospechoso y no lo denunciara. ¡Y los centros estaban llenos de sospechosos, alumnos a los que queríamos y no hubiéramos podido denunciar! Fue el momento más tenso de todos aquellos años.

La policía comenzó a hacer cada vez más preguntas sobre el alumnado. Yo he visto a doscientos estudiantes de catorce o quince años plantados en asamblea ilegal, temblando de miedo y mirando al patio en el que entraban los coches llenos de policías y a su jefe conminando a unos menores de edad a deponer su actitud con la amenaza de ordenar a sus tropas pasar a la acción. Y no hablaba en vano, porque en otro centro algunos chicos y chicas tuvieron que saltar desde un primer piso para huir de una intervención similar. Si el profesorado intervenía, podía terminar en la cárcel, como un famoso caso que recogió la prensa.

Los centros vivieron esos años una verdadera guerra de carteles, folletos y prensa ilegal. Nos robaron dos veces la multicopista y nunca aparecieron los autores. Lo que fijaban unos lo arrancaban otros, mientras los jefes de estudios vivían amenazados permanentemente con la denuncia o el expediente. No queríamos ni pensar qué contendrían algunas carteras de nuestros alumnos. El decreto de 1975 se columpiaba constantemente sobre nuestra cabeza.

Instaurada la democracia, con motivo de una reforma integral del centro, se renovaron los falsos techos del instituto, y comenzaron a caer, en un vuelo juguetón y solemne, como un homenaje tardío, panfletos de organizaciones clandestinas, ejemplares de Mundo Obrero, llamamientos a la lucha y convocatorias de huelgas, algunos quizás impresos con nuestras multicopistas robadas, testigos ocultos del sacrificio de algunos jóvenes que pusieron en peligro sus estudios y su libertad para traer la sociedad en la que vivimos ahora.

Antonio Roldán Martínez (Web)

Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.

 

 

La Pavoteca examina a…

 

Miguel Ríos

Biografía: Wikipedia

Web: miguel-rios.com

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

Adolescencia. Que palabra tan bonita para una época de la vida tan difícil. No recuerdo tener una “clara” adolescencia. Salí del colegio a los 14 y me puse a trabajar sintiendo todavía un niño. Me puse a cantar a los 17 en un mundo de hombres. Sólo me sentía adolescente cuando veía las películas americanas, en las que la juventud tenía un papel protagonista..

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Temerosa de Dios y del infierno. La Granada de finales de los 50 era una sociedad pacata y rural y muy conservadora. La modernidad venía del roce con los extranjeros que visitaban la ciudad y de los estudiantes de la Universidad. Pero yo la recuerdo como una luminosa oscuridad.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

Lo del “tiempo libre” es un concepto moderno. En los Almacenes Olmedo, donde trabajaba entonces, se curraba de lunes a sábado, y todo el mundo sabe que lo más triste de la adolescencia son los domingos. Guateques, excursiones y partidos de futbol, futbolines, cine, los tebeos y alguna novelita del oeste ocupaban ese escuálido tiempo libre.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

Supongo que corta e interesada. Cuando eres joven desconfías mucho de los mayores. Además, la adolescencia no estaba muy prestigiada en aquellos años.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Si, pero todavía no relacionaba educación física con el aspecto físico. Hacía deporte sin método y sin conocer sus beneficios en la salud y en la imagen.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

El rock&roll hizo mucho por mi generación. Siempre se buscan modelos en los que te crees reflejado. Yo intentaba parecer lo menos cateto posible, pero viviendo en casa de mis padres tampoco podía ser todo lo moderno que quería .

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

En Granada, en aquellos días, hacer el amor no era pecado, era un milagro, y las drogas sociales, el alcohol y el tabaco fundamentalmente, eran ampliamente jaleadas en la sociedad. 8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Tuve la suerte de crecer con el Rock&Roll, como he dicho antes, y esa música se convirtió en la banda sonora de mi vida y en una forma de entenderla, pero, aunque conservo algunos de los discos de mi adolescencia sólo los escucho ocasionalmente.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

No. Nunca. Siempre me he buscado la vida para hacerme entender.

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

En el colegio me machacaron tanto con la religión que me convirtieron en un ser agnóstico. Desde entonces entiendo la bondad sin recompensa eterna, y supe muy pronto que el infierno era un invento de los hombres que se sufre en vida.

¡Muchas gracias, Miguel!

Materiales recomendados

DVD: “Verano Azul” (Antonio Mercero)
Esta serie de televisión nos cuenta el verano de una pandilla de chicos y chicas de diferentes edades en una ciudad costera. Están allí de vacaciones con sus respectivas familias. Se hacen amigos de un chico del pueblo, Pancho. También conocerán a una pintora, Julia, y a un peculiar pescador, Chanquete. A lo largo de la serie iremos viendo sus vivencias, amores, amistad y los problemas típicos de la adolescencia.


Cuando me documentaba para este blog estuve repasando esta serie y me llevé una agradable sorpresa al comprobar que, como el buen cine, permanece atemporal y que las emociones de la adolescencia, los conflictos familiares, el papel de la pandilla como escenario social en el que crecer o la iniciación a la vida adulta a través de las experiencias del amor, la ecología, el alcohol, la muerte o la amistad, mantienen su vigencia muchos años después. Es interesante tanto para padres como hijos.

Índice

  1. El encuentro.
  2. No matéis mi planeta, por favor.
  3. Pancho Panza.
  4. Eva.
  5. A lo mejor.
  6. La sonrisa del arco iris.
  7. Beatriz, mon amour.
  8. El visitante.
  9. La burbuja.
  10. La cueva del Gato Verde.
  11. Las botellas.
  12. La bofetada.
  13. La navaja.
  14. La última función.
  15. El ídolo.
  16. El guateque de papá.
  17. No nos moverán.
  18. Algo se muere en el alma.
  19. El final del verano.
  20. Esperamos tus sugerencias.


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One Response to “Capítulo 3”

  1. Araceli Says:

    Me parece muy interesante tu blog. Creo que es novedoso, profundo y de interés tanto para adolescentes como para padres y profesores. Puede ser un punto de encuentro y reflexión que acerque y ayude a la comprensión mutua. Enhorabuena por la iniciativa y el interés que has puesto en ella. Es una etapa, ésta, en la que es un alivio el que alguien te ayude a entenderte.

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