Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 4


miércoles, septiembre 10th, 2008

Derribando el pedestal

 

Desde pequeño sus padres fueron su referencia, esos seres todopoderosos capaces de curar las heridas, alejar los malos sueños, multiplicar con tres cifras o hacer malabarismos con el balón. Para David ellos eran la solución a todas las preguntas, el puerto seguro para sus pequeñas aventuras y la corrección afectuosa cuando los juegos se volvían travesuras. Sin embargo, desde hace unos meses todo está cambiando. Según su cuerpo le transmite las señales de despedida de su vida de niño, su acercamiento al mundo de los adultos le hace ver a sus padres más reales, con más defectos y menos idealizados. Papá y mamá ya no tienen todas las respuestas, es más, diría que tienen tantas dudas como él.

Los padres de David sienten que su hijo se está alejando y perciben esta nueva situación como un distanciamiento afectivo, preguntándose si con la adolescencia él ha dejado de quererlos. La duda duele tanto como la sensación de abandono. Pero el alejamiento de David no tiene que ver con el vínculo que siempre les ha unido, sino con la huída de la dependencia que tenía hacia ellos. La búsqueda de su nueva autonomía le invita a soltar amarras sin percatarse de sus escasas posibilidades de emancipación.

Nunca se ha encontrado David tan lejos, y a la vez tan cerca, del mundo adulto. Por un lado no entiende sus responsabilidades en las tareas domésticas, no acude solo al médico, no se ve capaz de resolver un conflicto con un profesor por sí mismo o tampoco entiende que deba ser él quien se compre unos vaqueros. Para eso están los padres, esos mismos de los que quiere independizarse. Tiene un pie infantil en las cuestiones menos atractivas de la nueva etapa, pero con el otro pisa fuerte en todo aquello que tenga relación con su recién estrenada sensación de autonomía y de vocación por la exploración en la nueva sociedad a la que quiere pertenecer.

Los adultos ya no son infalibles. Han abandonado aquel pedestal en el que se mostraban. Ahora sus relaciones con ellos son intensas, pero más breves. El famoso futbolista era una crack hasta el día que falló el penalty y se transformó en un paquete. A aquel profesor tan enrollado, al que antes le confiaba sus problemas, le ve ahora como un testigo incomodo que no sabe de que va el tema. Con lo que molaba su padre antes, ahora es una especie de dictador que coarta su libertad. Su valoración de las personas que le rodean varía según cumplan sus expectativas a corto plazo, olvidando lo anterior. David vive al día en todos los sentidos.

Vivir al día… Los adultos hemos aprendido a mirar más allá, a invertir nuestros esfuerzos en el futuro, con nuestras hipotecas, pendientes de proyectos familiares, sabiendo por experiencia que lo que hoy es negro mañana puede ser blanco y que tenemos que estar preparados para la adversidad o para recoger el fruto de nuestra paciencia. Para David el futuro es ahora. Su percepción del tiempo es mucho más inmediata, por lo que su ansiedad por ser atendido y por encontrar solución a sus cuestiones pendientes le hacen parecer impaciente y caprichoso, tachando, por ejemplo, a sus padres de “pachorras” por tomarse su tiempo para las cosas. También el ritmo de su vida le aleja de los adultos.

El abandono del pedestal obliga a los padres a mirar a su hijo a la misma altura, de igual a igual, sin serlo, sin caer en la fácil trampa de disfrazarse de amigos (ver capítulo 2) para recuperar rápidamente el rol perdido. Aquellos padres y profesores que buscan la coherencia, el afecto, la comunicación y la libertad vigilada, lograrán construirse un nuevo pedestal, mucho más pequeño y menos dorado que el anterior, pero resistente al paso del tiempo y a los terremotos.

 Antonio Javier Roldán

Colaboraciones

 

 Las creencias dañinas (I): Introducción

Rara vez los adultos nos interrogamos sobre lo queremos hacer en -y con- nuestra vida. Sólo en determinados momentos, coincidiendo con frecuencia con experiencias vitales significativas y cambios de rumbo imprevistos, nos preguntamos sobre quiénes somos, cómo ha sido nuestra vida, lo qué deseamos realmente, por qué nos sentimos de esa forma, para qué hacemos las cosas que hacemos y cuál es el camino a seguir desde ese momento. Cuando reflexionamos sobre lo queremos, y no queremos, en nuestra vida, nuestra respuesta suele ser siempre la misma: Ser felices, evitar el dolor y alcanzar nuestras metas.

La mayoría pensamos que nuestras emociones y sentimientos son reacciones a las cosas que nos suceden, a los acontecimientos que nos vienen de fuera o a los comportamientos de otras personas. Pero, en realidad, la ansiedad, la depresión, la ira, la culpa, el placer o el dolor más extremos provienen siempre de nuestras creencias.

Las creencias son juicios de probabilidad que hacemos sobre el mundo. Cuando hacemos un juicio de probabilidad relacionamos objetos, personas, conceptos o situaciones, con cualidades, características y atributos concretos, y establecemos la probabilidad subjetiva de que esa relación sea verdadera. A través de nuestras creencias interpretamos el mundo, damos valor a lo que nos rodea, a los acontecimientos y a nuestra propia existencia. Estas creencias expresan la importancia y el significado que damos a las cosas y dan sentido a nuestra realidad y a nuestra vida. También dan coherencia a nuestras actitudes y comportamientos. Pero eso no significa que sean ciertas, eternas o inmutables.

De hecho existe un tipo de creencias sobre nosotros mismos, sobre las demás personas y sobre el mundo, que nos genera malestar, nos predispone a actuar de manera perjudicial, complica nuestra vida y nos daña, lo cual nos hace infelices, nos causa dolor y nos impide alcanzar nuestras metas. Este tipo de creencias se denomina creencias dañinas.

Las creencias se aprenden en la infancia, se refuerzan en la adolescencia y se mantienen en la edad adulta. La adolescencia se puede convertir en un período esencial para cuestionar dichas creencias o, por el contrario, para que estas se asienten de cara a la madurez.

Podemos sospechar la existencia de creencias dañinas cuando pensamos que algo debería o tendría que ser diferente de lo que es; cuando afirmamos que una situación no debería haber sucedido así o que debería haber ocurrido de una determinada manera; cuando consideramos que es imposible sufrir, tolerar o soportar una situación o  a una persona concreta; cuando calificamos a una situación determinada de horrible, terrible u espantosa; cuando estamos seguros de que alguien debería o tendría que haberse comportado de forma distinta a como lo ha hecho o cuando creemos que hay personas que merecen un castigo por su comportamiento.

Existen once creencias dañinas que se encuentran en la base de la mayor parte del sufrimiento y del malestar del ser humano:

  1. Necesito el amor y la aprobación de todas las personas que me rodean.
  2. No puedo confiar en mí. Necesito a personas más fuertes que yo en quienes confiar. Dependo de ellas.
  3. No puedo cometer errores ni tener fracasos. Tengo que conseguir todo lo que me propongo. Tengo que hacer todo perfecto.
  4. El que las cosas no marchen como yo deseo es algo terrible, horrible e insoportable.
  5. Existen personas indeseables, despreciables y malas, que deben ser censuradas y castigadas por sus comportamientos.
  6. Ante una situación peligrosa y amenzante debo pensar que va a ocurrir lo peor y preocuparme mucho por ello.
  7. Debo preocuparme constantemente por los problemas de los demás.
  8. Las circunstancias que me ocurrieron en mi pasado son determinantes de mis conductas presentes y futuras.
  9. Es mejor evitar que afrontar las responsabilidades y las dificultades que se presentan en la vida.
  10. Todos los problemas tienen una solución perfecta y es terrible no dar con ella.
  11. No puedo hacer nada por conseguir mi felicidad. La felicidad depende de circunstancias externas que están fuera de mi control.

Todas las creencias dañinas señaladas están enlazadas entre sí. Se pasa muy fácilmente de cada una de ellas a la siguiente porque todas ellas derivan de otro tipo superior de creencias, que podrían ser enunciadas de la siguiente manera:

I.- No soy lo suficientemente valiosa como persona.

II.- El mundo es un lugar horrible: Impredecible, incontrolable, malévolo, injusto y lleno de peligros y amenazas. 

III.- El mundo debería ser un lugar maravilloso: Predecible, controlable, benévolo, justo y protector.

IV.- Existe una forma única, correcta, inflexible e indiscutible de comportarse y de hacer las cosas (que por supuesto es la mía).

Es posible reemplazar cada una de esas cuatro creencias por otras más constructivas y saludables. Las personas podemos aprender a elegir cómo nos sentimos y actuamos. Ser conscientes de su existencia es el primer paso.

Durante los próximos cuatro artículos vamos a profundizar en cada una de ellas.

Trinidad Nieves Soria López (Psicóloga Clinica)

Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.

La Pavoteca examina a…

 

Rosa Montero

Biografía: Wikipedia

Web: Oficial

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

Supongo que a los trece o catorce.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

Increíblemente complicada y misteriosa…. Leía desde muy pequeña novelas de mayores, por ejemplo “Las uvas de la ira”, de Steinbeck, y el mundo adulto me parecía confuso y fascinante.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

Fundamentalmente en leer. También en escribir, en salir con las amigas y en ir al cine.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

Dependía mucho de los adultos. Pero en general no creo que fuera muy buena.

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Muchísimo.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

Era fan de los Beatles y procuraba vestirme muy moderna…. Aunque no tenía dinero y tenía que tricotarme yo misma los “minipulls”.

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

Aparte de lo que se comentaba con las amigas, no.

 

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Bob Dylan, los Beatles, los Rolling, y sí, sigo escuchándoles de cuando en cuando.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

Todo el tiempo.

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

¿A qué etapa, a los catorce? Yo creo que también muchísimo un poco más tarde, a los 16 o 17. Pero ahora que lo pienso supongo que el cambio empezó a larvarse por entonces, a los catorce o así.

¡Muchas gracias, Rosa!

Materiales recomendados

Libro: “Salir de noche, dormir de día” (Paulino Castells-Gema Salgado)
Tras este título se esconde un libro que nos muestra algunas claves para entender la vida social de los adolescentes, especialmente en sus salidas en grupo. Este tema sirve de hilo conductor para hablarnos de la negociación de los horarios, la sexualidad y las vivencias de los adolescentes. Especialmente interesante es la información sobre las drogas y las tribus urbanas.

Índice

  1. Los jóvenes de principios del siglo XXI
  2. Vivir la noche
  3. ¿Qué pasa cuando salen?
  4. Su relación con el sexo
  5. Su relación con el alcohol y las drogas
  6. Su relación con la música
  7. Su relación con los audiovisuales
  8. Su relación con la violencia
  9. Alternativas a la juerga nocturna
  10. Comunicación y afecto: La clave del éxito

Esperamos tus sugerencias.


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