Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

Capítulo 21


viernes, diciembre 26th, 2008

 

El primer amor

 

Jaime se encontraba feliz y realizado, rebozado en arena de playa para preparar los cimientos de la que sería una fortaleza infernal a prueba de olas, tumularios o cualquier otro tipo de bestia no identificada. El ejército de elfos y humanos, en alianza con … (¡PLOP!) Jaime, cariño, ven un momento. ¿Qué quieres mamá? Jaime otea el peligro, porque vislumbra a sus padres entre las sombrillas con unos amigos y una niña. Está claro, toca exhibición genética por parte de sus progenitores, y él de barro hasta las cejas. Pues vale, ellos se lo han buscado por interrumpirle. Van a enseñar al mundo al inigualable hombre-croqueta. ¡Voooy!

Mientras Jaime se acerca al grupo va dejando un rastro chorreante de barrillo achocolatado que se va solidificando en contacto con la arena caliente. ¡Hijo! Pero mira como vienes… Es que… Mira este es el compañero de tu padre, Don Felipe… Así que ese era el tan nombrado Felipe, el tipo ese del banco de su padre que se pasa el día hablando de fútbol y al que trasladaron a Barcelona. Claro, y la señora del traje de baño de Gata Ruiz-Nosequé es su esposa. ¡Qué pinta! Y la que está con ellos debe ser su hija. ¡Joder con la niña! Está como un queso. Mientras los adultos continúan con su rito social, Jaime regresa al tajo. Su breve ausencia ha provocado que el pie gigante del Señor Oscuro haya derribado uno de los muros. ¡Cago en…! Con lo bien que estaba quedando. Entonces escucha la voz de Arwen a sus espaldas: ¿Qué haces? Se vuelve rápidamente y se topa con Laura, la niña de D. Felipe, la que estaba de buen ver. Pues nada, ¿no lo ves? Un castillo. La niña observa perpleja como el barro se enrosca en el escaso vello de las piernas de Jaime. Me voy a bañar, ¿te vienes? Total, piensa Jaime, la fortaleza se está desmoronando y pronto tendrá que lavarse para volver al hotel. Así que asiente con desgana y se va con la medio Elfa.

Laura se maneja cual sirena por el agua, mientras él se parece más a una marsopa. Apenas intercambian palabra. Tras diez minutos de chapoteo y una propuesta de carrera que Jaime desestima viendo las habilidades natatorias de su contrincante, regresan con los padres, que ya preparan la recogida. Antes de separarse las dos familias, Laura le dice a Jaime que por qué no sale un día con su pandilla, que ella lleva varios veranos por la zona y tiene hecho su grupo. Jaime piensa que ni de coña, que está muy tranquilo en su mundo de fantasía ajeno al mundanal ruido, por lo que se prepara para darle una disculpa cortés del tipo “ando muy liado, nena“, “tengo la agenda hasta arriba, prueba la semana que viene” o “no salgo con mujeres fatales“. Pero antes de que pueda responder, Laura realiza un requiebro de pestañas mientras insiste con una sonrisa “Anda, por favooooor“. Entonces alguna débil neurona de Jaime transporta un “vale” al aparato fonador, quizás de parte de otro aparato más remoto. ¿He dicho “vale”? No es posible. La niña se aleja con sus padres mientras le dice al perplejo muchacho que ya le llamará.

Los días pasan tranquilos para Jaime. Hay Olimpiadas en la tele, no tiene nada que estudiar y sus fortalezas van mejorando día a día. Pero una tarde suena el teléfono. Jaime, es para ti. ¿Para él? Será Gustavito, que quedó en llamarle cuando llegara al pueblo. ¿Diga? ¡Hola Jaime! Soy Laura. ¡Alarma! ¡Es ella! ¡Ha cumplido su palabra! ¿Estás ahí, Jaime? Sí (gallo). ¡Ejem! ¡Sí! ¡Qué bien! Oye, ¿tienes planes para esta tarde? Es que he quedado con la pandilla para irnos al parque. ¿Planes? ¿Planes dices? Piensa Jaime, piensa. Estoooo… Tenía que acompañar a mi madre al mercado. ¡Oh cruel destino! La madre de Jaime pasa tras él llevando unas toallas al dormitorio y grita sin disimulo que “No hace falta que me acompañes, cariño. Vete a jugar con tus amigos“. Está atrapado, lo sabe. La neurona del otro día aprovecha para meter baza y obligarle a preguntarle a Laura por la hora. Te recogemos a eso de las siete. ¿Te viene bien? Sí claro. Ya no hay marcha atrás. Se jura a sí mismo que la próxima vez que su madre le pida ayuda con el carrito de la compra, va ir con ella Rita la Cantaora.

Siete de la tarde. Jaime está sentado en la recepción del hotel con sus mejores galas, repeinadito con un toque de gomina para ponerse el flequillo de punta. Por la puerta entra un maromo mayor que él con un skate en la mano y pinta de graffitero. ¡Oye colega! ¿Te llamas Jaime? Sí -gallo-. Yo soy Pablo, me envía Laura. Es que se iba a retrasar y me ha pedido que fuera a buscarte. Hemos quedado ya en el parque. ¡Ah! Pues muy bien. ¿No llevas skate? Pues habrá que ir andando. Lo siento, tío. De camino al parque el chico saca un pitillo se lo ofrece a Jaime. No, gracias no fumo. Tú mismo.

Sentados en un banco hay más chicos como el del hotel y unas pocas chicas, entre ellas Laura, que a ojos de Jaime sigue estando como un queso, como en la playa, pero algo más curadito con la ropa puesta. Se inician las presentaciones. Sus compañeros de género calibran su potencial sex-appeal y posibilidades ante las chicas y, por aquello de marcar territorio, ni se molestan en hacerle sitio. Las chicas cuchichean entre risitas mientras le observan de arriba a abajo.  Jaime recuerda lo  que decía ET: “Mi caaaasa“. Los cigarrillos se mueven con agilidad de mano en mano y una litrona de cerveza es chupeteada con deleitación por el del skate. No gracias, insiste Jaime.

Cuando la botella se queda vacía, uno de los miembros masculinos de la manada, con los ojos brillantes, propone jugar a “La botella”. Jaime no tiene ni idea de lo que va el rollo, pero parece que la propuesta tiene éxito. Se van todos al césped y forman un corro. El ideólogo hace girar la botella y esta apunta a un rubiales con pinta de ser el gracioso oficial de la tribu. El imputado recibe la orden de acercarse a unos ancianos, que pasean tan ufanos, para preguntarles si saben donde hay una farmacia para comprar un preservativo. Los pobres ancianos se alejan a toda prisa murmurando no sé qué de juventud enferma. El rubio regresa al corro partiéndose la caja y hace girar de nuevo la botella. Como le toque a él va a salir por patas de allí. La desafortuanda resulta ser Laura. El asusta ancianos medita la prueba que le va a poner a la chica mientras la mira, como calibrando sus posibilidades, y le dice que le dé un beso al chico que más le gusta. Parecía tonto el nene. Seguro que intuye que él va a ser el elegido. Los machirulis empiezan a emitir un sonido gutural, similar al de los monos en celo, mientras que el rubio se acicala cómicamente. Laura se levanta muy sonriente, pasa tras el anhelante Romeo, al que estampa una colleja y se sitúa junto a Jaime, el cual miraba al suelo trazando un plan de huida. ¡Smuac! Laura estampa un sonoro beso en la mejilla de nuestro aventurero. 

La tarde comienza a transcurrir entre neblinas. Nada importa. Nada es amenazante. Nada tiene color. Sólo ella brilla en la luz anaranjada del atardecer. Las fortalezas de arena son castillos de Walt Disney, el olor a tabaco es eclipsado por la tenue esencia de mandarina de la cabeza de Laura y cada minuto transcurrido para Jaime es una canción de amor. Llegada la noche regresan a los hoteles y por el camino comienza a hablar con ella. ¡Qué voz! ¡Qué simpatía! ¡Qué inteligencia! ¡Y… sigue estando como un queso!

Durante los próximos días del verano, Jaime sólo vivirá para ella. Las fortalezas de días anteriores serán sólo recuerdos que se llevó el agua. Ni siquiera la Olimpiada logrará sacar a su amada del pensamiento. La jornada diaria transcurrirá como un preámbulo para la hora mágica de las siete y la noche se convertirá en mundo mágico en el que poder soñar con ella. Los padres de Jaime le observan con curiosidad. No come como antes, no se entusiasma con el deporte, se queda mirando al mar en silencio y ha dejado de jugar como un crío. ¡Ay que este se nos ha enamorado!

El último día del verano, Laura y Jaime se alejarán corriendo de la pandilla y se sentarán frente al mar. Saben que es el último día en el que estarán juntos antes de que cada uno se vaya a su ciudad. Observan la inmensa oscuridad que se muestra frente a ellos, como único testigo del desaliento que les invade. ¿Puede existir alguien más triste que nosotros? Se besan con cuidado y fijan sus ojos en las estrellas pidiendo deseos imposibles. Jaime sabe que en su vida habrá un antes y un después. Ya no importará la distancia, ni los malentendidos en el Messenger, ni la evolución de la adolescencia que les hará ser dos extraños el próximo verano. Lo realmente sorprendente es que ella le ha sacado de su infancia con un beso y que alrededor de ese momento él construirá una fortaleza en su memoria a donde regresar los días de invierno en los años venideros.

Si quieres leer una historia sobre el primer amor, puedes descargarte esta novela corta: “Una nariz en mi oreja

 

Antonio Javier Roldán

 

Colaboraciones

“Recuerdo” Ismael Serrano

Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.

 

 

La Pavoteca examina a…

 

Manel Fontdevila

Biografía: Wikipedia

Blog: Público

1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?

¿A los trece años? Por ponerle una fecha, digamos, emblemática, la cosa empezó con un repaso a un Interviú con fotos de Bárbara Rey más en profundidad de lo habitual.

2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?

La sociedad y yo andábamos por distintos caminos: ella no tenía nada que ofrecerme y yo no iba a aceptar nada de lo que me ofreciera. O sea que había un cierto orden en el caos, ja ja. La sensación era de que había que cambiarlo todo. Casi nada.

3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles… ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?

En dibujar, leer y escuchar música. Lo de perseguir a las chicas hasta el ridículo, en cambio, se podría considerar que era mi actividad profesional.

4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?

Tuve la suerte de que en mi casa había un buen ambiente, e incluso creo que podría haber hablado de mis padres de cualquier cosa… de no ser, claro, porque estaba convencido de que no estaban preparados para entenderme. Supongo que tuve varios momentos francamente insoportables; tiemblo cuando veo a mis hijos crecer y acercarse a esa gran edad…

5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?

Pues… lo justo. Cuando uno ya asumía que era del grupo de los simpáticos, oye, ¿para qué sufrir? Por lo demás, soy de una época en que con unos vaqueros y una camiseta uno ya iba hecho un pincel para toda la temporada.

6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?

Lo dicho, camiseta, vaqueros y no mucho más. Unas Converse, que entonces se llamaban John Smith. Y algún complemento de gran reafirmación personal: unas chapas, por ejemplo.

7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?

Toda la información que se nos daba sobre drogas se limitaba a esa campaña de Maradona: “disfrutá de la vida, y si te ofresen drogas, di no”. Lo demás nos lo hicimos entre los amigos y, no podía ser de otra manera, a unos les ha ido mejor y a otros peor. Entre los que les fue peor, por cierto, a Maradona.

8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?

Por no ponerme muy pesado, lo dejo con que el “London Calling” de The Clash fue el disco que me puso la cabeza del revés, aunque cuando lo oí ya llevaba una temporada militando en lo de ser adolescente. Pero vaya, de lo de antes ni me acuerdo. Aún lo escucho de vez en cuando, por qué no.

9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?

Buh! Por poner un ejemplo, yo tenía claro que en el instituto adocenaban a la gente y que nada de lo que allí se enseñaba tenía ningún interés para mi, ay señor, clarividencia. Por el contrario, el claustro de profesores insistía en que repitiera e incluso tripitiera algún curso… ¡me estaban cortando las alas! Y en fin, así con casi todo, ja ja.

10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?

Supongo que todo el intríngulis de la época viene de, precisamente, intentar sustituir cualquier valor o principio aprendido hasta entonces por otros de elaboración propia mucho más adecuados al momento. De entrada, se daba un gran valor a la amistad y a una cierta “autenticidad” en la vida y en las relaciones. Luego, conforme las cosas se iban complicando, uno se volvía loco adaptando su código ético a cualquier necesidad. Bueno, y resumiendo, que iba hecho un lío. Como para dar lecciones de nada, ¿sabes?

¡Muchas gracias, Manel!

Materiales recomendados

 

DVD: Ghost World

Al acabar la escuela secundaria,  el hilo conductor de su amistad, dos amigas se encuentran ante su primer verano como adultas. Mientras una busca un trabajo y prepara su emancipación, la otra sigue con la exploración del mundo adulto propia de la adolescencia. En ese último viaje se rodea de un coleccionista de discos antiguos fracasado a nivel emocional, un jubilado que pasa el día esperando un autobús que no existe, un padre que pretende recuperar una relación con una mujer que transporta a la protagonista a momentos malos de la infancia -provocando un sentimiento de abandono que es un síntoma más de que debe echar a volar-, un amigo que trabaja en una tienda por un puñado de dólares sin perspectivas de cambio y su amiga, que aguanta como puede en una cafetería para poder alquilar un piso –que iban a compartir en un principio- para iniciar su vida adulta.

Finalmente su mundo se viene abajo cuando su amiga cansada de esperar le dice que vivirá sin ella. Para colmo, el coleccionista de discos recae en su crisis emocional, su padre le anuncia que vivirá con aquella mujer de nuevo y el anciano logra misteriosamente montar en el autobús. Es el momento de dejar su mundo adolescente y encontrarse a sí misma. Con una pequeña maleta se dirige a la parada del autobús a coger ese línea que no existe sin saber con seguridad a donde la llevará.

Está basada en un comic del mismo nombre.


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