viernes, febrero 13th, 2009
Por fin tengo vida social |
Uno de los aspectos más relevantes de la llegada de la adolescencia es el nacimiento de nuevos entornos sociales fuera de la familia, a menudo en el seno del colegio y pero a veces en ámbitos menos seguros, lo cual suele provocar graves equivocaciones fruto de la inexperiencia o la falta de conocimiento.
Cuando yo era adolescente nuestra vida social giraba en torno a la calle, aquella hermosa selva en la que nos internábamos llenos de las ansías de exploración propias de la edad, fijando algunos lugares como campamento base para reunirnos, hablar, picar algo o ver pasar a las chicas -que existir existían, como decía la leyenda-. A menudo dejábamos el campamento y realizábamos alguna incursión en zonas seguras, es decir, sin droga, “navajeros” -mítico término de los ochenta- y a cierta distancia del domicilio familiar, por aquello de la emancipación. Digamos que teníamos un plano más o menos fiable en el que las arenas movedizas, las anacondas y las tribus caníbales estaban bien marcadas.
Dentro de esa pequeña sociedad, concéntrica a la de los adultos, ensayábamos nuestros comportamientos, nos probábamos a nosotros mismos, resolvíamos conflictos y nos enamorábamos. Resumiendo, íbamos creciendo como personas.
También ahora nuestros adolescentes se sumergen en la jungla, como hicimos nosotros, pero, como todas las generaciones, añadiendo su propio estilo al juego. Esta es la lista de novedades:
-
La jungla está repleta de trampas sin señalizar.
-
Todo el mundo va disfrazado y dice ser quien no es.
-
Los paseantes por la jungla se topan a derecha e izquierda con carteles publicitarios -en efecto, querido lector, la sociedad de consumo llega a todos sitios- en el cada paseante muestra fotos suyas en pose insinuante, acompañadas por información privada, datos de contacto y pistas para que cualquier extraño pueda conocer a más paseantes de tu entorno.
Hablamos de la redes sociales de Internet, por supuesto.
Cuando alguien se da de alta en una de estas redes debe aceptar un pliego de condiciones, como en cualquier otra web o software, pero con la particularidad de ceder la información y los derechos de las imágenes a los dueños de esa selva, asumiendo que podrán ser utilizados para cualquier finalidad porque ya no les pertenecen. Es decir, que cuando una niña de 13 años cuelga su foto de la playa, se la está regalando a una empresa visitada por desconocidos para que hagan con ella lo que quieran. Seguro que ahora alguien alarmado corre a borrar sus fotos. Es inútil. En el contrato de aceptación de condiciones hemos autorizado al rey de la selva a guardar copias.
Además, la responsabilidad de lo que el usuario haga en su espacio es cosa suya, pero por otro lado está renunciando a los derechos comerciales del material que cuelgue en la web Es decir, que si alguien publica una foto de su viaje al Caribe y posteriormente quiere vender esa foto para ilustrar un catálogo de viajes, no podría hacerlo. Los derechos son de Tarzán. Chita es el sorprendido usuario.
Por muchas contraseñas y apariencia de bunker que transmitan estas redes, nunca sabes quien estará viendo tus fotos y datos, porque la privacidad no está garantizada. ¿No entran los hackers en el Pentágono? En el cuento de “Los tres cerditos” una red social es como la casita de paja. En el caso de denunciar un mal uso del espacio, hoy en día en Internet es casi imposible borrar cualquier rastro de tu paso por la red. Si tecleamos nuestro propio nombre entre comillas en el Google evocaremos nuestras visitas a foros, blogs u cualquier lugar por el que paseamos, y quizás nos llevemos alguna sorpresa desagradable.
Pues en esta nueva jungla, en el que desaprensivos se hacen pasar por nuevos Brad Pitt, las faltas de respeto y la usurpación de identidad ocurren impunemente y los menores cuelgan sus fotos más atrevidas para lograr un éxito fácil en esta nueva cultura de la inmediatez, del “hoy y el ahora”, es el ambiente inhóspito y peligroso en el que casi la totalidad de los adolescentes que navegan por Internet, sin vigilancia de sus padres, se citan cada día. Aunque visto desde fuera parezca increíble, desgraciadamente todavía quedan muchos ordenadores y televisores en los dormitorios de nuestros adolescentes, en vez de estar en un lugar público del hogar donde poder controlar su uso. Es, literalmente, como permitir entrar un extraño en la habitación del adolescente. Ni más, ni menos.
Como profesor, en lo que va de curso, cada vez me llegan más comentarios de faltas de respeto, abusos, decepciones y malas intenciones, que afectan a mis alumnos, en un mundo virtual en el que los centros educativos no tienen atribuciones para actuar y los padres se topan con un una cultura que no conocieron de niños y en el que siempre van con retraso respecto a la voracidad tecnológica de sus hijos.
Cuando los docentes y las familias, a pesar de las advertencias que les hacemos a los jóvenes sobre su indefensión en las redes sociales, se topan con la anaconda en la selva, son pocos los recursos de los que disponemos. Afortunadamente están todos centralizados en Protégeles, una línea de denuncia y una fuente de información sobre estos abusos. También ahora es posible controlar el acceso de los adolescentes a Internet mediante un nuevo servicio de Microsoft llamado Protege a tus hijos del que hablaremos otro día en la sección de recomendaciones.
Para aquellas familias que suspira aliviadas al comprobar que su hijo o hija apenas sale de casa, evitando la calle y sus contraindicaciones, decirles que por el cable del teléfono se les está colando un enemigo tan desconocido como peligroso. Y lo que es más importante, las relaciones a través de una pantalla no fomentan las habilidades sociales, la comunicación del cuerpo o las transmisiones de emociones más allá de las caritas felices y mensajes con politonos.
Antonio Javier Roldán
Colaboraciones |
El extraño
AÑO 1978: Pascualita tiene 14 años. Vive con sus padres en un piso de clase media en un barrio de Madrid. Tiene una habitación para ella sola, donde su mundo está formado por algún póster del Súper-Pop, muñecos, libros y un radio-casete harto de reproducir el primer trabajo de Los Pecos. También le gustan los tebeos, por lo que ha mandado una carta para encontrar amigos a la revista Zipi-Zape.
¡Ringgg! Una tarde llaman a la puerta de su casa. Su padre se encuentra con un señor frente a él que se presenta como un hombre de 30 años que ha leído el anuncio de Pascualita para conocer gente y que se ha sentido atraído por la foto de la chica. El padre le deja pasar, le ofrece un café e indica al desconocido donde está el dormitorio de su hija. Luego se sienta a leer el periódico. ¡Cariño! -grita la madre desde la cocina- ¿Quién era? Papá le responde que un tipo con barba que quiere ser amigo de Pascualita. ¡Ah vale! -dice la madre muy tranquila desde la lejanía- ¿Sabes si se quedará a cenar?
Pasa el rato y el padre se asoma al dormitorio de la chica. Perdón por interrumpir, es que me pregunta mamá si a este fulano le gusta la tortilla de patatas. ¡Jo papá! No molestes, que rompes mi intimidad. Lo siento hija, pero es que mira la hora que es. Seguro que el caballero tiene hambre. Por mí no se moleste señor, que estoy muy bien aquí con su niña. Pues nada. Si no te importa vamos cenando. Y usted, cuando se vaya procure no dar portazo.
AÑO 2008: Pascualita tiene 14 años. Vive con sus padres en un piso de clase media en un barrio de Madrid. Tiene una habitación para ella sola, donde su mundo está formado por un tocador repleto de bisutería, un armario con ropa de marca, cajas de dvd´s con películas que se ha descargado, una videoconsola y un ordenador de última generación. Le encanta navegar por Internet, por lo que ha colgado fotos suyas ligeramente insinuantes en su blog personal, junto a sus datos personales.
¡Pinggg! Tiene usted un mensaje. Una tarde recibe un correo en el Messenger. Su padre se encuentra en el salón viendo un partido de la Liga de Champiñones. El mensaje está firmado por Brad, sugerente nick de un chaval de 16 años tras el que se esconde un maromo del doble de edad entrado en carnes que ha leído el blog fotográfico de Pascualita (¿”Fotolog”? ¿”Hi5″? ¿”Tuenti”? ¿”Spaces”? ¿”Facebook”?) y que se ha sentido “motivado” por las fotos de la nena. El padre colocó la ADSL hace tiempo, sin instalar ningún “software canguro” que controle las páginas que visita su niñita, por lo que vive todo ufano sin saber que un adulto está conociendo el dormitorio de su hija vía webcam. ¡Cariño! -grita la madre desde la cocina- ¿Qué hace la niña? Papá le responde que está con el ordenador. ¡Ah vale! -dice la madre muy tranquila desde la lejanía- ¿Sabes si cenará con nosotros?
Pasa el rato y el padre se asoma al dormitorio de la chica. Perdón por interrumpir, es que me pregunta mamá si te apetece una tortilla de patatas. ¡Jo papá! No molestes, que rompes mi intimidad. Lo siento hija, pero es que mira la hora que es. Seguro que tienes hambre. Pero papá, no voy a dejar esto a medias. Pues nada. Si no te importa vamos empezando sin ti. Y cuando acabes apaga el ordenador, que luego se queda ahí con el burrito ese bajando pelis y la electricidad cuesta.
CONCLUSIÓN: Se pide al perspicaz lector que adivine en pocos segundos cuál de las dos escenas narradas anteriormente es irreal, así que le ruego que marque la opción correcta:
Opción a) La primera es irreal, además de esperpéntica, porque cualquier padre con dos dedos de frente le haría una cara nueva al interfecto que llama a la puerta.
Opción b) La segunda es absurda, porque ningún menor de edad navega solo por Internet y mucho menos se crea su propio espacio personal para ser visitado.
Bien. Queda planteado el test. Le dejo 10 segundos para escoger. ¡Tiempo! Tic, tac… ¿Qué tal? ¿Cómo va el ejercicio?… Tic, tac… ¿Tiene ya la respuesta? ¿Sí? ¡Muy bien! Veamos….:
Si ha respondido “a”: ¡Buena elección! Sólo espero que si usted es padre o madre no se deje llevar por la violencia ante la aparición del individuo en cuestión y piense que ese señor que viene a visitar a su hija tiene derecho a una reinserción adecuada, permisos de finde, reducción por penas por no abusar de niños en la cárcel (¿?), preservación de su intimidad y pensión completa durante 10 años a costa de sus impuestos. Por eso debe usted plantearse el no guiarse por su instinto sacando el trabuco del abuelo y apuntar directamente al segundo cerebro del amiguito de su hija, porque a resultas del evento usted le acompañaría a la chirona y no molaría.
Si ha respondido “b”: ¿Irreal? Permítame que me machaque la caja torácica de la risa. Es usted una persona con muy buena fe, pero algo inocentona. Le puedo asegurar, como profe de informática de adolescentes, que usted y yo sólo somos conscientes del 30% de lo que hacen los cachorritos cuando entran en la boca del lobo. Si en su caso es el afortunado poseedor de un hijo con terminal conectado a Internet junto a la cama, le aconsejaría que visitara la web http://www.safenet2.com/sp/index.php para ponerse al día de lo que se lleva y las medidas a tomar.
Si no sabe por donde empezar a movilizarse, yo le aconsejaría colocar el Caballo de Troya ese de los cables en el salón, a tiro de su mirada. Puede ocurrir que su hijo le espete a la cara algo relativo a sus derechos y será entonces cuando -por la boca muere el pez- le pueda usted explicar cuántos de esos derechos, que él reivindica, se está jugando por navegar por la web sin carné, sin cinturón de seguridad y usando como airbag un globo de cumpleaños de los Lunnis.
Antonio J. Roldán (Publicado en “La máscara del bufón” en 2008)
Puedes enviar tus reflexiones, poesías o artículos sobre la adolescencia para que se publiquen en “La pavoteca” enviando un correo electrónico.
La Pavoteca examina a… |
Luis Antonio de Villena
Biografía: Wikipedia
Web: Oficial
1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?
A las matemáticas elementales como es lógico me inicié muy de niño ( 3 o 4 años) pero la verdad es que nunca fueron mi plato favorito. Recuerdo -yo tendría mis propios defectos- profesores muy severos en esa materia. De uno (ya en el Bachillerato) hablé en el libro de memorias “Mi colegio” (Editorial Península, Barcelona, 2006).
2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?
De niño la sociedad eran sólo mi familia, mis amigos y mis vecinos. Los profesores hablaban poco o nada de la sociedad. En el bachillerato -sobre todo en su segunda mitad- empecé a darme cuenta de la “rareza” que mi país representaba en Europa. Me dí cuenta con vago desagrado del franquismo. Aunque los profesores evitaban el tema no hallé a ningún franquista furibundo. Para apartarme del franquismo (o eso creía yo) hacia los 15 años me hice monárquico donjuanista. No duró mucho, pero a mí me parecía antifranquismo. Y en enero de 1968 fui de los que acudió a Barajas a dar la bienvenida a la vieja reina Victoria Eugenia, que de hecho venía -fugazmente- al bautizo del hoy príncipe de Asturias.
3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?
Cuando yo era adolescente , la electrónica no existía como diversión, a no ser un “scalextric” con coches de carreras. A mí eso me gustaba poco. Yo jugaba con juegos tradicionales (especialmente soldados romanos) leía,al principio tebeos luego libros, iba al cine, y algo veía la televisión, sobre todo películas o series tipo “western”. Temo que esto ha cambiado mucho y aún no sabemos si para mejor o para peor.
4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?
Los adultos se comunicaban poco y mal con niños y adolescentes. Procuraban (a veces exageradamente) que les tuviéramos respeto e incluso miedo. La disciplina y la corrección eran rígidas. Mis primeros momentos de comunicación casi adulta los tuve con compañeros amigos al final del Bachillerato. Con los adultos había una suerte de barrera…
5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?
Mi aspecto físico me importaba, sobre todo el cómo vestir (a partir de bastante muchachito) pero la llamada “educación física” me resultaba bruta y no me gustaba nada,
6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?
Ya he dicho que a partir de los 14 o 15 años procuraba vestirme del modo más singular permitido (estaba prohibido llevar el pelo largo) y trataba de copiar a los románticos y estetas ingleses del XIX. Me tenían por “raro”.
7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?
En el entorno familiar sólo muy indirectamente se aludía al sexo y eso siendo yo ya adolescente. En el colegio nos explicaron (sobre los 14 o 15 años) cómo se hacían los niños y todo -además de ultracatólico- parecía tan frío y falto de amor, que el tema del sexo lo ventilabas y aprendías, mal, entre tus amigos. Nunca se habló de drogas. Aún no se consideraban problema. Nuestra información sexual era absurda, inhumama y calamitosa. Un horror.
8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?
En la adolescencia escuchaba la música ligera de la época. Me empezó a gustar Aute y los Beatles. Además oía, de cuando en cuando, música clásica. En mi época adolescente no podíamos ir a discotecas. Eso llegó más tarde.
9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?
Tanto como que no me comprendían no. Pero sentí que muchos adultos y en especial los curas católicos me quedaban lejos, muy lejos. A los 16 años (al final del Bachillerato) me consideraba religioso pero no católico.
10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?
El final de la adolescencia ( o del colegio) como vengo de decir me hizo más liberal y más libre. Estaba harto de una educación basada en las prohibiciones. Faltaba una asignatura, muy de mi generación: liberarse de tanto candado.
¡Muchas gracias, Luis Antonio!
Materiales recomendados |
Este libro está escrito por profesionales de la educación y la psicoterapia, coordinados por Eva Bach Corbacho, a partir de sus conocimientos y experiencias.
Como dicen los autores, “el objetivo último de la educación sexual no tiene que ser nunca adquirir conocimientos, sino que estos lleguen a ser racional y emocionalmente significativos para la persona y puedan ser integrados a partir de una vivencia constructiva y equilibradora”.
Los padres y profesores que nos enfrentamos a este tema a menudo, hemos sido educados en los extremos de la represión o el “todo vale”, sin darnos cuenta que unos conocimientos fuera de la urdimbre de la afectividad y las emociones no bastan para lograr una educación sexual y afectiva plena.
Desde esta obra se nos invita a cambiar nuestra manera de afrontar el tema, desde la cercanía, el diálogo, la educación de las emociones, la claridad y el respeto. Todo un reto el que nos propone este maravilloso libro.
Índice
- Nada surge de la nada
- Una proposición decente
- Dejémonos de cuentos chinos
- Mitos, mentiras y confusiones
- Algo más que juegos prohibidos
- Tan cerca, y a veces tan lejos
- Hablar de sexo en casa
- Aprender a mirar con los ojos
- Cuanto más auténticos, mejor
- Síntesis de las encuestas a otros padres
- Aprender a enseñar sexualidad
- La adolescencia o las emociones nuevas
- Comprender y enseñar sexualidad
- La voz de los jóvenes
- Qué hacer y qué decir en la práctica
- De vuelta al principio
COMENTARIOS: Cuando pongas un comentario el Blog te pide que sumes dos números para que este sea aceptado y evitar el spam. Por ejemplo: Si pone “Por favor añada 10 y 5” entonces hay que escribir 15. Si haces mal la suma te suspende en matemáticas.
abril 30th, 2009 at 16:20
Me ha impesionado la claridad con la que comentas los peligros de las redes sociales, especialmente entre adolescentes. Es algo que deberían leer todos los padres.
Yo también tengo referencias de personas adultas y de una cierta edad que están cayendo en una ingenuidad peligrosa respecto a los contactos en la red. Generalmente se trata de personas deseosas de afectividad a las que dos o tres palabras cariñosas les dejan desarmadas.
Haces una gran labor con este tipo de comentarios.