viernes, abril 3rd, 2009
La otra inteligencia |
Como ya he comentado en alguna ocasión, soy profesor porque sobreviví a la carrera de matemáticas. Creo que en estos 15 años he logrado liberar mis neuronas -hay que cuidarlas, que cada vez van quedando menos- de gran parte de los contenidos que embutí en mi mente para aprobar los exámenes. Realmente son pocas las enseñanzas que recibí en la facultad útiles para enfrentarme cada día a “mis pavitos”. Una de esas perlas que descubrí entre tanta ostra -a veces me aburría como una ídem- fue saber que una máquina nunca podría igualar al ser humano en su totalidad, logrando tan sólo imitarle en aspectos concretos, incluso a mayor velocidad que él, pero nunca en su globalidad. Es más, las decisiones que tome una máquina, por muy perfecta que sea, siempre estará cimentada en los datos de que dispone y del programa que el propio hombre ha diseñado. Nosotros, la imagen en la que se mira la máquina, también usamos nuestra memoria para actuar, unida a la esencia que nos configura que sería el equivalente al programa. Sin embargo, hay un aspecto que nos hace únicos junto a la memoria y la esencia, que son las emociones con las que completamos nuestra personalidad. La suma de esa memoria, esencia y emociones podría completar esa alma que aparentemente se funde con el cuerpo para formar la persona.
Teorías filosóficas o religiosas aparte, y obviando prestaciones en situaciones concretas, lo que sí parece claro es nuestra superioridad sobre la máquina. Por eso resulta absurdo analizar el aprendizaje, la evolución o el desarrollo de un adolescente centrándose sólo en las estadísticas de sus notas, o los resultados de un test psicológico, actuando con la misma frialdad que un antivirus buscando cualquier tipo de fauna en nuestro disco duro. De igual manera resultaría inadecuado educar a una persona como quien programa a una máquina. Por supuesto que un alumno debe cursar las asignaturas de lengua, matemáticas, inglés o educación física, pero también podría matricularse en las materias que van a conformar ese catálogo de emociones que serán las que determinen gran parte de la felicidad que le acompañará en su vida. Entre los cerca de 2000 alumnos que habrán pasado por mis clases en estos años, he visto personas, que arrastraban un fracaso escolar, preparadas y dispuestas a hacer de su vida algo único, sacando petróleo de sus limitaciones y mimando sus emociones para hacer de ellas la brújula con la que alcanzar su libertad. Pero también he conocido a otras que hicieron de su excelencia el único argumento de su autoestima, y que al encontrártelos al cabo de los años e interesarte por ellos, te recitaban su curriculum de memoria sin que la palabra amor, ideales, felicidad, tolerancia o solidaridad salieran de su boca.
Ya sé que mis alumnos están muy cargados de asignaturas evaluables, pero yo reservaría sitio para algunas materias de las que no hay que examinarse y que no requieren libro de texto. Todas ellas juntas englobarían la otra inteligencia, la emocional la que nos distingue de las máquinas y pone a la tecnología en su sitio cada vez que se nos cae la baba ante los prodigios electrónicos que creamos:
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Ciencias empáticas: Interesante temario en el que se nos anima a ponernos las gafas del otro para ver el mundo de forma poliédrica. Fomentaría la tolerancia y la curiosidad por evolucionar y progresar.
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Diseño de proyectos: A partir de un problema planteado podemos diseñar un boceto como solución, indicando sus pros y contras, acotándolo a nuestras posibilidades y analizando su viabilidad. Con las herramientas y materiales de las que disponemos afrontaríamos su construcción. Sobre la marcha descubriremos que rara vez se cumplen nuestras expectativas, por lo que debe ser un proyecto flexible que se ajuste a las circunstancias vitales del momento.
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Educación relacional: No somos seres aislados. Vivimos interactuando, amando, sintiendo, comprendiendo o compartiendo. Hasta nuestras hermanas pequeñas -las máquinas- han progresado y crecido cuando se han conectado unas con otras formando Internet. ¿Qué maravillas podría hacer el ser humano si supiera luchar por un objetivo común preservando la justicia social, el reparto de riquezas y el crecimiento sostenible?
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Autoconocimiento: Es la aventura más apasionante del currículo. Aunque dura toda la vida alcanza su momento álgido durante la adolescencia. Son muchos los jóvenes que, cegados por la cultura de lo inmediato, el consumismo o las modas, pretenden madurar sin atreverse a mirar dentro de su propio corazón. Hay que marcarles unos límites claros, darle una brújula y animarles a explorar lo que esconden bajo la falsa careta del conformismo y la autocomplaciencia.
Aunque la inteligencia emocional no aparece en los planes de estudio, desde hace años tengo la sensación de ganar audiencia en mis clases cuando mis palabras exploran el mundo de las emociones. Ellos no se atreven a reconocerlo, pero necesitan nuestra educación emocional para navegar en este mundo de placer, inmediatez, derroche y velocidad que les hemos preparado a conciencia, capa a capa, desde esta sociedad de consumo que todo lo está impregnando.
Si además logran aprender el teorema de Pitágoras, mejor todavía, que lo cortés no quita lo valiente.
Antonio Javier Roldán
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La Pavoteca examina a… |
Silvia Intxaurrondo
Biografía: Academia de la televisión
Web: Noticias Cuatro
1.Pregunta de Matemáticas: ¿A qué edad recuerda que se inició su adolescencia?
No podría ponerle una fecha. Sólo recuerdo que todo empezó a cambiar en torno a los catorce años, más o menos.
2.Pregunta de Ciencias Sociales: ¿Cómo percibía entonces la sociedad que estaba descubriendo?
Muy complicada. De repente, empecé a darme cuenta de las historias de la gente que me rodeaba; hasta entonces, habían sido un elemento más del paisaje, un telón de fondo. Entonces descubrí -fijándome en las historias de los demás- los problemas a los que podría enfrentarme.
3.Pregunta de Tecnología: Hoy en día muchos adolescentes se sienten fascinados por las consolas, los ordenadores, los móviles ¿En qué empleaba usted su tiempo libre?
Quedaba con los amigos y nos reuníamos en la calle; los fines de semana íbamos al cine, de vez en cuando nos asomábamos por las discotecas o los bares a los que nos dejaban entrar después de mirarnos con lupa el carnet… En general, le dábamos muchas vueltas a las mismas cosas.
4.Pregunta de Lengua: ¿Cómo era su comunicación con los adultos?
Siempre fue fluida; pero -a la vez- siempre tuve la sensación de que vivíamos en dos mundos diferentes separados por un gigantesco abismo.
5.Pregunta de Educación Física: ¿Le importaba mucho su aspecto físico?
Más que mi aspecto físico me importaba mi forma de vestir. Tenía la sensación de que mi ropa transmitía por completo mi identidad. Viendo las fotos con más de una década de distancia, sólo veo a una chica grunge de pantalones anchos con pelo largo.
6.Pregunta de Educación Plástica: En la adolescencia procuramos escoger nuestra ropa según la imagen que queremos transmitir a los demás. ¿Cómo era su imagen entonces?
Campana, botas altas con poco tacón…
7.Pregunta de Ciencias Naturales: ¿Recibió alguna información sobre educación sexual o prevención de drogas fuera del entorno familiar?
Sí, recibí en los centros escolares constantes charlas sobre los peligros de las drogas. Las charlas sobre educación sexual fueron más reducidas y muy escuetas, desgraciadamente.
8.Pregunta de Música: ¿Qué tipo de música o artistas escuchaba en su adolescencia? ¿Los sigue escuchando?
Escuchaba pop y rock: Guns & roses, Bon Jovi, … Huía de todo lo que fuese lento y sonase a rollo romántico; prefería las historias que sonaban más duras, me parecían más auténticas. Ya no escucho ese tipo de música, pero siempre que suena de fondo una de esas canciones no puedo evitar tararearla y sonreír.
9.Pregunta de Idioma extranjero: ¿Sintió alguna vez que nadie le comprendía?
Rotundamente, sí. Durante una época, no dejé de sentirlo. Después me di cuenta de que -precisamente porque me comprendían- los que me rodeaban sólo estaban esperando a que se me pasara esa enfermedad llamada adolescencia. Y, sí, luego siempre se cura.
10.Pregunta de Religión/Ética: Al llegar a esta etapa de la vida, ¿hubo algún cambio en sus valores o principios?
No hubo cambio en los valores que me habían enseñado mi familia; pero aprendí a ser más receptiva a los sentimientos de los demás. Y me di cuenta de que respetar los valores de los demás y no juzgarlos es esencial.
¡Muchas gracias, Silvia!
Materiales recomendados |
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