martes, diciembre 18th, 2012
Aprendiendo a nadar |
La infranqueable muralla levantada en la orilla pretendía custodiar el castillo de la Bella Durmiente, pero las olas la habían reducido a una especie de roscón de barro que más que proteger animaba a las olas a darle un baño de realidad a la perezosa princesa. Quizás había llegado el momento de abandonar los sueños arquitectónicos y de emprender una lucha cuerpo a cuerpo con el mar. Me has derribado mis defensas, con alevosía, pero ahora te voy a patear y te pondré en tu sitio, bribón. Total, que la niña arroja la pala y se va en busca de sus progenitores: -Quiero aprender a nadar.
En ese momento los padres se movilizan y contemplan tres opciones:
El acantilado:
–Hija mía, queremos que disfrutes de la libertad que nosotros no tuvimos a tu edad. Los padres escalan con su hija un acantilado, la agarran de una pierna y la lanzan cual jabalina humana. ¡Vuela eres libre, tesoro! Si la niña sobrevive a la caída, y al presumible tiburón, difícilmente podrá aprender a nadar entre olas, remolinos y tsunamis emocionales. Eso sí, tan libre como una sardina sin lata.
La bañera:
–Como queremos que no sufras percance alguno vas a aprender a nadar en una bañera. Los padres introducen a su cachorrita en una bañera, con manguitos ISO-Flota 2012, salvavidas testado por la Consejería de Sanidad y agua caliente, para no constiparse. La niña mueve las manitas, pero al poco tiempo opta por disfrutar del jacuzzi casero y se deja querer. No correrá ningún peligro, salvo arrugarse como una pasa, pero tampoco logrará nadar.
La piscina:
En la piscina la niña encuentra unos límites seguros para poder sentirse a salvo, pero lo suficientemente amplios como para poder explorar el agua y dar sus primeras brazadas. Los padres no están solos, porque hay un socorrista (profesor, tutor u otro adulto de referencia) que les echa un vistazo mientras ellos descansan o se ocupan de otras obligaciones. Si la niña se maneja bien en esos límites podrá dar el salto a la piscina olímpica. Si por el contrario no aprovecha esos amplios márgenes deberá descender a la piscina infantil y reanudar el proceso.
Los límites, tan importantes en la adolescencia, deben ser muy claros, pero tampoco demasiado numerosos. No olvidemos que los jóvenes están explorando el mundo adulto y necesitan espacio para gestionar su libertad y su autonomía.
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