Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

La noche de la ilusión


sábado, enero 5th, 2013

 

La noche de la ilusión

 

Hacía un buen rato que Rai y Zahra se habían ido a cenar. Nico y Sonia se quedaron solos entre el público, contemplando aquel desfile de carrozas y espectáculos dirigido a todo aquel que conservara en su corazón algún rastro del niño que fue. La situación era de lo más extraña, porque ninguno hacía referencia a lo más evidente, que eran dos adolescentes rodeados por cientos de críos que mataban por cada uno de los caramelos que llovían desde el cielo. Nico decidió ser el primero en romper el hielo: –Por allí viene el rey Melchor.

–Genial. Lloraré de emoción –dijo Sonia mientras acariciaba la Mano de Fátima que se había colgado al cuello para estrenarla aquella tarde.
–Ya… –nuevo silencio–. Oye, que cuando quieras nos vamos.
–Estoy bien, de verdad. Pensaba en lo nerviosa que me ponía la víspera del día seis. Ahora también, no creas… En mi cada nos tomamos muy en serio esto.
–Y…, bueno. ¿Qué has pedido?
–¡Bah! Lo de siempre, ya sabes. Bueno, así especial una maleta muy bonita que vi en Sol el otro día, con florecitas y muy fuerte, para el viaje fin de curso. ¿Y tú? –Sonia se volvió a Nico mientras pasaba el rey Gaspar–. Si es que crees en estas cosas. ¡Espera! No me lo digas, la saga de Harry Potter. ¿Verdad?
–Muy graciosa la niña… Para que te enteres, lo que yo quiero queda entre Baltasar y yo.
–Claro, la intimidad es importante vuestra relación.
–Vale. Le he pedido algo que deseo mucho y que hoy por hoy es imposible.
–¿Tan caro es?
–No tiene precio –y miró a Sonia con los mismos ojos enamorados del día del Tor. Ella se dio cuenta al instante y retomó la atención en la cabalgata.

“…Maldita sea la sociedad, no es oro lo que brilla, y bendita sea la suciedad, donde lloro por mis pesadillas. Aunque imaginé mi vida como un cuento de hadas, sé que terminé la partida sin aliento para nada…”.

La cabalgata había terminado y el rey Melchor se acercó al estrado para dirigirse a los niños. Sonia y Nico se miraron abochornados. Una cosa es ver las carrozas y otra tragarse el discurso.

–Será mejor que nos vayamos, ¿no? –propuso Sonia.

Ambos jóvenes caminaron ensimismados en sus pensamientos hasta la boca de metro de Retiro. Pasaron el billete por el torno de entrada y se despidieron quedando en llamarse al día siguiente para citarse con Zahra y cotillear sobre los regalos y Rai. Cada uno iba a un andén distinto, por lo que el foso de las vías les separó dejándolos enfrentados. Un niño, sentado junto a Nico le preguntó a su madre si los Reyes Magos le traerían lo que había pedido. Sí, porque has sido bueno. Entonces el muchacho miró de nuevo a Sonia, y ella a su vez presintió que era observada por él. Nico se levantó y salió del andén, cruzó el hall y bajó en busca de su hada del Tor.

–Es que tú eras mi regalo, Sonia –se encogió de hombros.
–¿Qué voy a hacer contigo? Eres un caso perdido –abrazó a Nico y le dio un fugaz beso en los labios, casi un leve roce. El metro entraba en la estación cuando Sonia se retiró enjugando una lágrima furtiva–. Feliz noche de la ilusión, brujito.
–No te vayas, por favor. ¡Espera!
Y así quedó Nico, con la huella de su regalo todavía presente en su boca, mientras las luces del último tren se iban apagando en las fauces del túnel.

Las aventuras de Zahra. El mapa de Maslama

(Descarga: http://www.antoniojroldan.es/Zahra.htm )

 



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