lunes, junio 24th, 2013
Música dance para que tú no la bailes
Eran los años ochenta. Yo me encontraba en plena ebullición musical, descubriendo nuevos grupos y dejando que el rock pusiera nombre a mis nuevas emociones. Para un adolescente de quince años, en una época en la que había que “pagar por la música”, adquirir un disco era un proceso que te llevaba todo el fin de semana. El viernes cogías el metro o el autobús y te ibas a ver discos a la tienda de Discoplay, en plena Gran Vía de Madrid. Aquel lugar de peregrinaje se encontraba disperso entre varios locales de lo que se llamaba “Los Sótanos”, un pintoresco emplazamiento con decoración de los cincuenta y sesenta que había junto al teatro Lope de Vega. Aquel ambiente de abandono, de posguerra nuclear, donde el tiempo parecía haberse detenido, era perfecto para quien había decidido explorar nuevos caminos en el mundo del rock.
El sábado te quedabas a estudiar. Como mucho algo de deporte por la mañana. Y el domingo ibas al rastro, el famoso mercado madrileño, donde vendían al equivalente de un euro, cintas piratas con las grabaciones de los discos que habías manoseado, olido, pero no escuchado, en Los Sótanos de Discoplay.
Con el paso de los años, Discoplay desapareció. Nos quedaron en el recuerdo sus boletines musicales gratuitos, que te llegaban a casa por correo haciendo que tuvieras distracción durante horas relamiéndote con la contemplación de las novedades discográficas y las ofertas para tu cumpleaños.
Desde que cerró Discoplay, creo que Los Sótanos estuvieron sin uso unos años, y después albergaron un negocio de maquinas recreativas o algo así. Quizás la memoria me falla.
Mientras algunos tenemos la fortuna de evocar aquellos años de adolescencia gracias a la banda sonora de una época única, otros sucumbieron a la droga en un ambiente de “todo vale” en el que no todos supieron (o pudieron) “aprender a divertirse”, como se decía al final del musical “hoy no me puedo levantar”. Era habitual jugar un partido de baloncesto en el parque rodeado de un público que te observaba ausente, pendiente del coche que les recogería en busca de su dosis de heroína. Me asombra ahora la naturalidad con la que percibía aquel fenómeno.
Treinta años después, ya no existe Discoplay, pero la droga continua presente entre nuestra juventud, con un amplio abanico de sustancias. Hoy he regresado a Los Sótanos, a lo que ahora es una franquicia de restaurantes, llamada “40 Café”, tomando el nombre de la popular red de emisoras de música pop. No es mal final para lo que fue mi Shangri-La musical… Allí me han invitado a la presentación de la nueva campaña de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), donde los medios de comunicación, y algunos blogueros, hemos podido comprobar una vez más el esfuerzo que esta institución realiza año tras año para concienciarnos de los peligros del abuso de las droga.
La nueva campaña, titulada “Música dance para que tú no la bailes” (#MusicaDanceParaQueTuNoLaBailes), “pretende hacer reflexionar sobre los riesgos que implica conducir bajo los efectos de las drogas ilegales, fundamentalmente cocaína, éxtasis y cannabis“. Allí estaban presentes el director general de la FAD, Ignacio Calderón, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco Asís Babín, y la directora de la DGT María Seguí. Junto a ellos, dos invitados de lujo, los DJ Abel Ramos y Cristian Varela, que junto a Dani Moreno, han grabado unos temas dedicados a tres víctimas de los accidentes de tráfico relacionados con las drogas.
Estos artistas, acostumbrados a realizar mezclas que movilizan a cientos de personas en sus actuaciones, aceptaron el reto de componer una música que los protagonistas de las tres historias no podrían bailar como lo haría cualquier joven hoy en día. Los tres sufren daños cerebrales, como otros cinco mil jóvenes al año cuyas vidas quedan rotas al combinar las drogas con el coche.
Cuando tenía quince años, y vagaba entre los locales de Los Sótanos, nunca imaginé que regresaría a ese lugar mítico de mi adolescencia para colaborar en la propagación de una campaña contra la drogadicción basada en la música. Como dijo en la presentación, Ignacio Calderón, “Cristian y Abel son buenos prescriptores” de esas melodías que tanto significan para nosotros cuando exploramos el mundo adulto y necesitamos referencias personales y emocionales.
La música de nuestra juventud olía a fresca libertad, pero no todos supieron administrarla. Ojalá nuestro aprendizaje y experiencia sirvan para volcarnos con las nuevas generaciones, esas a las que ya hemos estafado últimamente con nuestras promesas de una sociedad justa, realmente democrática y en la que el esfuerzo sea recompensado. Hemos perdido algo de crédito pero, aunque se diga lo contrario, los jóvenes de hoy en día saben escuchar, y tenemos muchas “batallitas” que contar.
No nos rendiremos…
(Más artículos de La Pavoteca sobre las drogas en:
https://blog.antoniojroldan.es/2008/10/24/capitulo-12/
https://blog.antoniojroldan.es/2008/12/05/capitulo-18/
https://blog.antoniojroldan.es/2009/01/16/capitulo-24/ )
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