viernes, noviembre 18th, 2016
Alimentando patos
Don Alejandro se levantaba cada mañana muy despacio. Se aseaba y tomaba un café caliente con magdalenas. Luego cogía la media barra de pan duro del día anterior y lo desmigaba en una bolsa de plástico. Se abrigaba muy bien y salía a la calle en dirección al parque. Al llegar al estanque se sentaba en un banco que había en la orilla. Los patos rápidamente se percataban de su presencia y acudían a su encuentro. Don Alejandro abría la bolsa y comenzaba su habitual reparto de pan entre sus anátidos. Los más avispados se llevaban la mejor parte, pero los más pequeños se buscaban la vida para asomar sus cuellos entre los corpachones de los otros, logrando así ser más fuertes cada día. Cuando el pan se agotaba los patos se alejaban muy contentos a nadar.
Años más tarde, Jandro, hijo de don Alejandro quiso continuar con la tradición familiar. Para empezar, el pan desmigado debía comprarlo en un establecimiento autorizado por sanidad, pero ningún gasto era lo bastante gravoso como para impedirle seguir con la labor de su padre.
Al llegar al estanque la mayoría de los patos le ignoran. Alguno se acerca despacio, con la seguridad de que no tendrá mucha competencia. Jandro no se rinde y se sumerge en el estanque. Con el agua a la cintura nuestro héroe persigue a los patos bolsa en mano. A uno de ellos le canta la canción de “todos los patitos se fueron a bañar”. A otro, que se está quedando en los huesos, lo agarra por el pescuezo y le mete el pan como si fuera a hacer paté. Al tercero, que nada a toda velocidad, lo tiene que interceptar adaptándose a su trastorno, nadando más veloz que una planeadora del Estrecho. Mientas mamá pata le va graznando en la oreja que a su patito no le están motivando para acudir a la orilla. Papá pato le echa en cara que el pan lleve gluten. Un cuidador del parque le advierte que más de quince minutos en el agua equivale a un baño y que eso está prohibido. Una carpa que pasaba por allí opina sin venir a cuento y le da algún mordisquito por si la carne de Jandro fuera comestible. Al fondo dos patos se pelean por un trozo de pizza, que alguien tiró en un botellón del parque, mientras Jandro les ofrece su pequeña miga de pan.
Total. Jandro sale del agua, con heridas de carpa, oliendo a pato, cubierto de barro y plumas, y sacando el monedero por haberse bañado sin permiso de la autoridad. Entonces recuerda a su padre y se promete a sí mismo no rendirse.
Porque si no fuera por su vocación de alimentador de patos se iba a meter en el estanque el señor padre del concejal de parques y jardines.