Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

La Pavoteca


domingo, abril 7th, 2024

Relatos(di)minuto(s). Número 941. #Virtualescencia. Número 5

-Mamá, por fin me has encontrado un espejo que me muestre la joven que quiero ser.

-Cariño, sólo es un móvil gigante con una gran variedad de filtros. Lo que te muestra no es ni tu imagen real ni tu corazón.

-¿Y qué?

domingo, abril 7th, 2024

Relatos(di)minuto(s). Número 940. #Virtualescencia. Número 4

-¿Qué opinas?

-No sé… Lo que hacen esas parejas en los vídeos me parece una exageración. ¿No tienes algún tutorial sobre relaciones para inexpertos?

-No.

-Una pena que nuestros padres pasaran de hablar del tema. -Ya.

miércoles, abril 3rd, 2024

Relatos(di)minuto(s). Número 939. #Virtualescencia. Número 3

Cuando el joven solicitó a su familia más libertad jamás pensó que le abandonarían en un mar sin límites, a merced del viento, las olas y los tiburones. Supuso que el faro de sus padres se habría quedado sin batería…

martes, abril 2nd, 2024

Relatos(di)minuto(s). Número 938. #Virtualescencia. Número 2

Tras comprarle el móvil a su hija, la lanzaron, sin límites ni control, para que pudiera disfrutar de la libertad que ellos no tuvieron a su edad. La pequeña aprendió a sobrevivir en la red, no a navegar con seguridad.

martes, abril 2nd, 2024

Relatos(di)minuto(s). Número 937. #Virtualescencia. Número 1

-Me has puesto un me gusta al post donde digo que Anita está como un queso.

-Sí, tonto.

-¿Entonces estamos saliendo?

-No sé.

-¿Y?

-Permanece atento a mi cuenta y lo sabrás.

-¿Tiktok o Insta?

-Te lo confirmo por guasap.

jueves, diciembre 5th, 2019

La adolescencia o “edad del pavo” es una etapa de la vida en la que el joven explora el mundo de los adultos, poniendo a prueba sus propios límites para crecer de forma armónica y preparar su proyecto de vida. En esa búsqueda también los adultos que convivimos con él necesitamos realizar otra exploración, en este caso dirigida a comprender sus sentimientos, preocupaciones y esperanzas. “La Pavoteca” trata de ser un lugar de encuentro entre esas dos realidades tan distintas en las que los momentos de encuentro son escasos y a menudo conflictivos.

Durante el verano de 2009 he revisado y mejorado los contenidos de este blog  para darles un formato de libro en descarga gratuita. Si lo deseas puedes bajarte el libro con todo el material en este enlace.

He dividido los temas a tratar en seis categorías diferenciadas por colores: afectividad, cuerpo, familia, formación, personalidad y sociabilidad.

Durante el curso 2009-10 se estrenó “La Pavoteca TV” e incorporé algunos  vídeos.

Inevitablemente, el 2011 fue el año de la crisis, por lo que procuré relacionarlo también con las vivencias que los más jóvenes tienen de esta cambio social tan profundo que tuvimos.

En algunos de los capítulos encontramos colaboraciones externas de profesionales y alumnos, o algún texto que publiqué con anterioridad en otros proyectos.

Aunque el blog está ordenado de la entrada más reciente a la más antigua, dispones a continuación de un índice en forma de botones de acceso con el nombre del capítulo y de la persona entrevistada.

Desde el año 2016 el blog se dedica a la adolescencia, pero también al mundo de la educación.


¡Bienvenid@ a La Pavoteca!

Antonio Javier Roldán (Contactar)

 

lunes, mayo 20th, 2019

EL NIÑO DEL AUTOBÚS

Yo regresaba del colegio en autobús, leyendo muy ufano un libro, cuando todo sucedió: una madre sube a bordo con un niño de unos cuatro o cinco años. El niño no llora, berrea. Si no fuera porque existía un parecido razonable entre madre e hijo uno podría sospechar que se trataba de un rapto. Buaaaa-Arg-Hip-Buaaaa-Arggg-Hip.

Todo el pasaje admiraba la capacidad torácica del pequeñín y se preguntaba si aquellos alaridos eran humanos. Ambos se sientan, en un lugar reservado para discapacitados, frente a dos abuelitos que llevan su garrocha. El anciano, que los ha visto de todos los colores, y habrá hecho la mili en más de una comida familiar con nietos, pregunta al crío: -“Pero, ¿qué te pasa, chaval?” El niño ignora la cuestión y le da un manotazo a su progenitora, que observa muy relajada su móvil con increíble concentración.

Unos asientos más atrás, un joven que llevaba unos auriculares modelo “Princesa Leia” se los descuelga para verificar el origen de semejante contaminación acústica. El abuelo insiste: -“Pero, deja de llorar, coño, que te vas a poner malo”. Los ojos del conductor se mueven entre la calle y el espejo. La madre levanta la vista de la pantalla y se percata de que todo el autobús está observando el fenómeno. Buaaa-Buaaarg-Buaaa. Al fin se decide a pasar a la acción. ¡Vamos! Todos los viajeros estamos contigo. Sabemos que puedes: -“Si sigues llorando no te llevaré al parque”. Uno se pregunta si se refiere al parque de bomberos, porque el conductor está a punto de llamar a la central para pedir refuerzos a Protección Civil. Como el parque no parece incentivo suficiente, la creadora de esos pulmoncitos le ofrece un zumo de melocotón a cambio de su silencio. El llanto se transforma en chillido ofendido ante lo cutre del incentivo.

Comienzan los cuchicheos entre la gente. Cada cual emite una opinión o se ofrece a probar alguna técnica (constitucional) para aplacar semejante drama. Pero no cuentan con el arma definitiva que la madre se guarda en la manga. Esta suspira. La comprendo. Se siente avergonzada en público. Ha llegado el momento. Toca mover ficha: le entrega el móvil. Como si fuera un exorcismo nuestro aprendiz de poseso recobra el camino de la fe y, literalmente, le arranca el aparatito de las manos a la causante de su profunda pena. Deja de llorar. Se seca las lágrimas con la manga y nos mira satisfecho. Ha ganado. KO técnico por aturdimiento público. ¡Qué jodío, el mico!

Así que era eso. Quería el móvil de mamá. Pues ya lo tienes, nene. Uno que conoce las negociaciones de los adolescentes con el aparatito en cuestión, y los habituales conflictos en casa, imagina a nuestro protagonista con diez años más, cuando le saque un palmo a su mami. Ella, desesperada, querrá ponerle límites, pero será tarde, porque el pavo se hará unas croquetitas con ellos y guardará en un tupper las sobras para restregárselas en las discusiones propias de la edad.

Y es que ya lo dice el refrán: más vale un escándalo en un bus que cientos de derrotas en el futuro. O algo así…

domingo, mayo 19th, 2019

POR TI. POR ÉL. POR NOSOTROS.

Calculo que en estos años habré dado clase a más de dos mil quinientos alumnos (¡Plop! Me acaba de saltar una cana), mis “niños” mayores tienen treinta y muchos años (¡Plop! Ahí va otra) y algunos ya tienen hijos en el cole (¡Plop! Van tres…). De muchos de ellos tengo noticias por las redes sociales y me ilusiono al verles tan mayores (¡Plop! Ya vale…). Pero también sé que algunos han estado muy enfermos y no todos han recibido el alta médica. En mi memoria hay cuatro que ya no están y que te dejan un enorme poso de amargura. ¿Pudiste darte cuenta del mal momento por el que pasaban?

Tengo en mi terraza maceteros para fresas, tomates, patatas, zanahorias… Sé lo que es cuidar y mimar un fruto para que un pájaro se lo lleve una mañana soleada. Cuentas con ello, es probable y forma parte del ciclo de la vida. Incluso te preguntas cuál de esos tomates cogerá mejor color y cuál será arrancado de la maceta. Entiendo esa fatal resignación de la gente del campo. Para lo que nunca estás preparado es para enterarte de que uno de tus chicos, al que viste crecer desde los lejanos trece años, ha sido cobardemente apuñalado en el corazón. Alex, en el mejor momento de su vida, en sus fiestas, disfrutando de su beca Erasmus, regresando a España para estar con los suyos… Veinte años tenía. No, con eso no cuentas. No es justo.

La noticia te estremece. Piensa en sus hermanos y recuerdas que el pequeño sigue contigo en el colegio y le das clase dos horas a la semana. Y sus padres: intentas imaginar su dolor y sientes escalofríos. Es un desgarro. Aquel cacho de carne sabía lo que hacía al clavarle el puñal. No se pudo hacer nada. Su familia solo llegó a tiempo de ver el cuerpo cubierto sobre el suelo.

Y entonces la rabia es doble porque hubieras deseado que Alex hubiera tenido un minuto para escuchar de sus padres que él era el mejor hijo del mundo, que nunca podría imaginar lo mucho que le amaban, que ellos hubieran dado toda su sangre para salvarlo, que sentían un inmenso orgullo de tenerle como hijo, que para sus hermanos era una referencia y que un pueblo y un colegio entero iban a llorar por él. Pero no tuvieron esa posibilidad, aunque me consta que a lo largo de su corta vida lo supo.

Por eso, cuando tengo una tutoría con unos padres y me cuentan, muy enojados, que han discutido con su hijo por un suspenso en matemáticas, por una mala contestación, por no ordenar la habitación o por rascarse las gónadas a dos manos, les suelo decir: no os rindáis, al final lo vais a conseguir. La historia suele acabar bien si no te cruzas por la vida con un malnacido ávido de sangre. Regad cada mañana la maceta. Seguid poniendo límites, es la clave. Las notas del colegio no califican a una persona, solo cuentan sus valores. Y, sobre todo, nunca os acostéis enfadados sin darle un abrazo y decirle lo mucho que le queréis. Tiene espinas, como un erizo, pero necesita vuestro amor y cercanía. El abrazo, el encuentro.

Si el pájaro se come el tomate suelo podar la rama para que la savia se desvíe y alimente al que estaba a su lado… Cuando esta semana estuve en clase con el hermano de Alex percibí en su mirada el poso cansado de un pequeño adulto e imaginé los cientos de condolencias que habría recibido aquellos días, por lo que solo fui capaz de decirle que, ahora que no contamos con Alex, cambiara el mundo por los dos y que hiciera de su vida algo grande e increíble.

Sé que lo hará. Por él. Por ti, Alex. Por todos nosotros.