Blog de Antonio Javier Roldán sobre adolescencia y educación

La Pavoteca


viernes, junio 28th, 2013

La despedida

El aula se ha quedado vacía. Al fondo, sujeto al corcho con una chincheta superviviente, cuelga un calendario que promociona una editorial. Son tiempos difíciles para publicar libros de texto que caducan cada cuatro años. A la derecha del calendario, una lista de cumpleaños en la que nunca había reparado, haciéndome recordar cuantas felicitaciones se me habrán pasado en esa clase. Colgado bajo el panel, una bolsa con materiales de plástica que debió pertenecer al trabajo perpetrado por un grupo de difícil convivencia, como delatan los extraños trazos de una hoja acuarelada por inquietantes manchas rojas, dignas de un escenario del CSI.

La mujer de la limpieza se acerca por el pasillo cuando cierro la puerta. Ella sí que podría hacer un análisis de cada grupo que nos sorprendería a los tutores. Sabe que esta es la última limpieza rutinaria antes de la general para el curso siguiente. A menudo se queja de los malos modales de los alumnos, de la falta de cuidado de las instalaciones o que la papelera sea el rincón más limpio de la clase. Me mira con la complicidad de quien ha vivido muchos meses de junio. También a ella le inquieta el silencio.

Según camino por el pasillo, contemplo el patio desértico, en el que la silueta azul del encargado de mantenimiento destaca junto a la puerta de metal. Por fin podrá repintarla para cubrir los graffitis. ¡Menudo año! Ya ni se acordará de las veces que ha tenido que subir con el cubo y la brocha al atardecer. Lo peor de todo habrá sido aguantar todo el curso la chufla de algunos alumnos que ya planeaban la siguiente pintada antes de que terminara de adecentar la puerta.

Al fondo del patio, en una esquina, emboscado tras un árbol, observo la figura de un niño frente a la pared. Es extraño. Todos están ya fuera, disfrutando de la piscina, haciendo las maletas o lamentándose camino de casa por haber dejado todo para última hora. Decido bajar a ver, porque sé que son días difíciles para los que no tienen nada que celebrar. Mis pisadas en la arena parece que no le hacen percatarse de que tiene visita. Está ensimismado escribiendo algo sobre el muro. Genial, la pintada de despedida. ¿Quién me mandaría a mí meterme en líos justo un día como hoy?

El último niño del curso va vestido de rojo, con una casaca con bordados dorados, como si fuera algún tipo de uniforme. No parece del colegio, así que abandono la delicadeza inicial para conectar el modo policía. Él se vuelve y me mira tranquilamente. Para mí que me conoce. Sus ojos negros me miran con curiosidad, como si estuviera calibrando en mi rostro la gravedad de lo que está haciendo, un corazón en la pared dibujado con tizas de colores. Un haz en forma de arco iris lo atraviesa, como lo hacen las flechas de los enamorados.

Estiro mi brazo para sujetar el suyo pero, antes de que pueda asirle por la manga, él deposita una tiza roja en mi mano. No me dice nada, pero parece desear que le ayude a rellenar el corazón que surge en el cemento de la pared. Observó a mi alrededor, por si alguien me viera siendo cómplice de la trastada, y me decido a echarle una mano.

Los minutos van pasando y la tiza se va consumiendo. Empiezo a creer que el polvo se lo está llevando el viento. Cuando mis dedos arañan ya el corazón, veo complacido que mi trabajo ha terminado. A su izquierda, el arco iris brilla entre las sombras de las hojas de los árboles.

El niño se aleja en dirección al portón, donde los graffitis van despareciendo entre disolvente y sudor, mientras que yo me quedo contemplando lo que ha sido mi despedida por este curso.

Ya nunca podré decir que no hay corazones de tiza en las paredes del patio.

(Publicado en junio de 2007 en Corazones de tiza en las paredes del patio)


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lunes, junio 24th, 2013

Música dance para que tú no la bailes

Eran los años ochenta. Yo me encontraba en plena ebullición musical, descubriendo nuevos grupos y dejando que el rock pusiera nombre a mis nuevas emociones. Para un adolescente de quince años, en una época en la que había que “pagar por la música”, adquirir un disco era un proceso que te llevaba todo el fin de semana. El viernes cogías el metro o el autobús y te ibas a ver discos a la tienda de Discoplay, en plena Gran Vía de Madrid. Aquel lugar de peregrinaje se encontraba disperso entre varios locales de lo que se llamaba “Los Sótanos”, un pintoresco emplazamiento con decoración de los cincuenta y sesenta que había junto al teatro Lope de Vega. Aquel ambiente de abandono, de posguerra nuclear, donde el tiempo parecía haberse detenido, era perfecto para quien había decidido explorar nuevos caminos en el mundo del rock.

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El sábado te quedabas a estudiar. Como mucho algo de deporte por la mañana. Y el domingo ibas al rastro, el famoso mercado madrileño, donde vendían al equivalente de un euro, cintas piratas con las grabaciones de los discos que habías manoseado, olido, pero no escuchado, en Los Sótanos de Discoplay.

Con el paso de los años, Discoplay desapareció. Nos quedaron en el recuerdo sus boletines musicales gratuitos, que te llegaban a casa por correo haciendo que tuvieras distracción durante horas relamiéndote con la contemplación de las novedades discográficas y las ofertas para tu cumpleaños.

Desde que cerró Discoplay, creo que Los Sótanos estuvieron sin uso unos años, y después albergaron un negocio de maquinas recreativas o algo así. Quizás la memoria me falla.

Mientras algunos tenemos la fortuna de evocar aquellos años de adolescencia gracias a la banda sonora de una época única, otros sucumbieron a la droga en un ambiente de “todo vale” en el que no todos supieron (o pudieron) “aprender a divertirse”, como se decía al final del musical “hoy no me puedo levantar”. Era habitual jugar un partido de baloncesto en el parque rodeado de  un público que te observaba ausente, pendiente del coche que les recogería en busca de su dosis de heroína. Me asombra ahora la naturalidad con la que percibía aquel fenómeno.

Treinta años después, ya no existe Discoplay, pero la droga continua presente entre nuestra juventud, con un amplio abanico de sustancias. Hoy he regresado a Los Sótanos, a lo que ahora es una franquicia de restaurantes, llamada “40 Café”, tomando el nombre de la popular red de emisoras de música pop. No es mal final para lo que fue mi Shangri-La musical… Allí me han invitado a la presentación de la nueva campaña de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), donde los medios de comunicación, y algunos blogueros, hemos podido comprobar una vez más el esfuerzo que esta institución realiza año tras año para concienciarnos de los peligros del abuso de las droga.

La nueva campaña, titulada “Música dance para que tú no la bailes” (#MusicaDanceParaQueTuNoLaBailes),  “pretende hacer reflexionar sobre los riesgos que implica conducir bajo los efectos de las drogas ilegales, fundamentalmente cocaína, éxtasis y cannabis“. Allí estaban presentes el director general de la FAD, Ignacio Calderón, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco Asís Babín, y la directora de la DGT María Seguí. Junto a ellos, dos invitados de lujo, los DJ Abel Ramos y Cristian Varela, que junto a  Dani Moreno, han grabado unos temas dedicados a tres víctimas de los accidentes de tráfico relacionados con las drogas.

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Estos artistas, acostumbrados a realizar mezclas que movilizan a cientos de personas en sus actuaciones, aceptaron el reto de componer una música que los protagonistas de las tres historias no podrían bailar como lo haría cualquier joven hoy en día. Los tres sufren daños cerebrales, como otros cinco mil jóvenes al año cuyas vidas quedan rotas al combinar las drogas con el coche.


Cuando tenía quince años, y vagaba entre los locales de Los Sótanos, nunca imaginé que regresaría a ese lugar mítico de mi adolescencia para colaborar en la propagación de una campaña contra la drogadicción basada en la música. Como dijo en la presentación, Ignacio Calderón, “Cristian y Abel son buenos prescriptores” de esas melodías que tanto significan para nosotros cuando exploramos el mundo adulto y necesitamos referencias personales y emocionales.

La música de nuestra juventud olía a fresca libertad, pero no todos supieron administrarla. Ojalá nuestro aprendizaje y experiencia sirvan para volcarnos con las nuevas generaciones, esas a las que ya hemos estafado últimamente con nuestras promesas de una sociedad justa, realmente democrática y en la que el esfuerzo sea recompensado. Hemos perdido algo de crédito pero, aunque se diga lo contrario, los jóvenes de hoy en día saben escuchar, y tenemos muchas “batallitas” que contar.

No nos rendiremos…

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(Más artículos de La Pavoteca sobre las drogas en:

https://blog.antoniojroldan.es/2008/10/24/capitulo-12/

https://blog.antoniojroldan.es/2008/12/05/capitulo-18/

https://blog.antoniojroldan.es/2009/01/16/capitulo-24/ )


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sábado, junio 15th, 2013

El esquema

Mi colegio nacional fue inaugurado por el Generalísimo, ese señor que hacía de rey sin ser padre del príncipe, lo cual explicaba, para un niño como yo, el que uno fuera agarbanzado y el otro esbelto. El caso es que entrabas en el cole por la mañana y te topabas con una gran placa que dejaba las cosas claras: ¡ojo! Que aquí ha pisado el Caudillo que lo es por la gracia de Dios. Digamos que uno comenzaba el día ya algo acojonado por el atrezzo. Si a eso le añadías que algunos profesores todavía estaban llorando otros tiempos, y tenían la mano algo suelta, era de esperar que el alumno sintiera un respeto hacia el profesor basado en el miedo. Por supuesto, tuve algunos profesores que se ganaron mi respeto desde el afecto, pero creo que me bastaría una mano para contarlos.

El caso es que de vez en cuando el director del cole hacía una visita por las clases y era inevitable el que el corazón se te pusiera a cien por hora. ¡El gran jefe! ¡El eslabón entre los profes y Franco! ¡El puto amo! Casi no recuerdo su cara, pero sí su traje, porque no me atrevía a mirarle, no fuera a preguntarme la lección y me quedara en blanco. Puedo prometer que ese respetable señor nunca me levantó la voz ni nos castigó, pero esa frase de “te voy a llevar a dirección” era algo que imponía mucho por entonces. ¡Qué cosas! -diría un adolescente en la actualidad.

Cuando dejé la EGB y me fui a cursar el bachillerato a un centro “más democrático” se nos presentó  el director, Don Gregorio, para darnos la bienvenida. Tenía un rostro de mirada severa, voz profunda, y… ¡un traje idéntico al del otro director! Pensé: ¿usarán uniforme? El caso es que, en segundo de bachillerato, me tocó como profesor de literatura y recuerdo que el primer día yo notaba que mis recuerdos infantiles regresaban en plena adolescencia. ¿Un director dando clase? Esto debe ser una irregularidad de este colegio o que les faltan profesores.

Según pasaban los primeros días, me pareció un señor muy serio y correcto, además de ameno. El caso es que un día anuncia el primer examen y comienzan los retortijones. Todos nos miramos aterrorizados. Me puse a estudiar con ahínco ante la perspectiva de mi debut en un examen ante un director. La chaqueta… La chaqueeeeta. No recuerdo como comenzó la conversación, pero hablando con una alumna del curso posterior, que era hermana de un compañero, nos confesó un secreto, un clavo ardiendo al que agarrarme para no caer al abismo que se abría bajo mis pies: Al Goyo le encantan los esquemas. Le pirran los esquemas. ¿Esquemas? Vale, cierto que había hecho algunos como actividad pero, ¿un esquema en un examen? Como sea una novatada de esta piba estoy listo.

Llega el día del examen. Sudor frío. Dicta las preguntas. Son de desarrollo. Con mi peculiar caligrafía voy a acabar en el Santo Oficio, eso sin contar las presumibles faltas de ortografía. Piensa Antonio, piensa. Le pirran los esquemas. Le pirran los esquemas. Bueno, from lost to the river. Por probar… Así que, en una decisión suicida, perpetro un esquema a dos colores, tirando a la basura casi quince minutos de examen y dejando el resto de la hora para desarrollar algunas ideas básicas. Recuerdo que salí al recreo con la sensación de haber cometido una infracción disciplinaria. Le has vacilado a un director, Antonio. Cuando vea el esquema va a pensar que le estás tomando el pelo y, encima, ¡está calvo! La chaqueta. La chaqueeeeeeta.

Chaqueta

Pasan unos días y, tras comprobar que no soy llamado a su despacho, me voy tranquilizando. Pero un viernes, cuando todos pensábamos que nos íbamos de rositas a disfrutar del fin de semana, don Gregorio, el director, se planta en mitad de la clase con el taco de exámenes en la mano. Califica nuestras notas de pésimas y nuestra redacción de pueril e insustancial. Los epítetos siguieron durante diez largos minutos. Bueno Antonio, el bosque tapa los árboles y ante tal desastre general mi esquema habrá pasado desapercibido. Pero me equivoqué. El director, comenzó a mostrar cada examen cual montera en brindis. Este está demasiado sucio… Este, excesiva paja… Este, simplemente ilegible… Y entonces, para mi horror, llega el turno de mi examen. Bueno, Antoñito. Hasta aquí ha llegado tu crédito literario. Estás muerto.

Don Gregorio lo coge, con el mismo garbo que un ilusionista saca un conejo de la chistera. Se queda en silencio. La tensión se apodera de la clase. Yo pienso: tendré que pedir hora al psicólogo del cole después de lo que viene ahora. Este examen -dice-. Este examen -repite, mientras voy mutando en babosa para ganar tiempo-. ¡Roldán! -levanto la mano resignado y dejo visible el cuello para el golpe del hacha-. Muy bien. Así tienen que ser los exámenes. No hay mejor manera de exponer un tema que introducirnos en su desarrollo a través de un esquema. Tomad nota. Para mi asombro veo como mi examen comienza a circular de mano en mano y todos observan mi obra magna. ¡No puede ser! ¡Milagro!

Rápidamente abandono el estado de babosa y me reencarno en un león, de cero a cien en un segundo. Mi desgarbada autoestima adolescente comienza a desperezarse, se peina y se pone sus mejores galas: ¡Coño! ¿Dónde es la fiesta? ¡Ya era hora, Antonio! Que me tenías muy pisoteada.

Sólo recuerdo esos minutos de un curso entero de literatura, pero quizás fue uno de los pocos momentos gloriosos que viví en el bachillerato. A raíz de aquella experiencia, me convertí en un superhéroe: EsquemaMan. Los ponía en todos los exámenes, incluso estuve tentado de incluirlos en matemáticas o educación física, pero no lo logré. Desde entonces, y hasta ahora, no hay proyecto, libro, trabajo o idea, que antes no esquematice como paso previo a su desarrollo.

Aquel momento feliz también me ha servido en mi trabajo como profesor. Estos días estoy preparando la última observación del curso, la que acompaña las notas de cada alumno antes del verano. Siempre procuro que ese comentario final sea una dedicatoria personal, donde destacar alguna virtud de la persona, su punto fuerte, lo que le distingue del resto del grupo. Sé que a lo mejor ese comentario positivo puede animarle a bailar un rock con su maltrecha autoestima, o simplemente pensará que a su profe se le va la pinza con el veranillo y los calores, pero no me importa. ¿Sabéis por qué? Porque sólo ganan los que se arriesgan en la ruleta de la vida, abriendo nuevos caminos y dejando atrás los miedos.

La chaqueta, la chaqueeeeta…

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domingo, junio 9th, 2013

Del botellín al botellón

Parece que por fin se va a hacer justicia… Se rumorea que el gobierno de España quiere multar a los padres de los adolescentes que acaban el fin de semana peor que el Capitán Haddock en el bar de Mou. ¡Ya era hora! Hay que ser un irresponsable para fomentar el que tu hijo se ponga hasta las trancas de vodka con limonada. Tanta permisividad y tanta libertad… Ese padre que inició en verano a su hijo al alcohol con los botellines del mueble bar del hotel de Fuengirola, con aquella temida frase de “hijo, tenemos que hablar”. “¿De florecitas?”. “No, de mezclas”. O esa madre irresponsable que le prepara la merienda a Laurita con el pan con Nocilla y el zumo de naranja con chupito de ron para que resuelva el problema de mates con un planteamiento más original. Merecen que caigan sobre ellos el peso de la ley (sin fianzas).

Ahora, eso sí, puestos a multar, yo creo que se podría aumentar la recaudación añadiendo nuevas propuestas al borrador de medidas. Aquí van algunas de mis propuestas:

1) Industria del vidrio: aunque hay que reconocer que algunos envases de vidrio son utilizados para la fabricación de biberones o para contener zumos, bien es sabido que son colaboradores necesarios en el envasado del alcohol, por lo que deberían asumir parte del coste sanitario que causan las intoxicaciones etílicas. Además, como agravante, su fragilidad invita al gamberrismo y aumenta la suciedad causada por el botellón.

2) Industria del plástico: bien es sabido que todo botellón necesita un buen menaje de plástico para su correcto desarrollo. Vasos, botellas de refresco, bolsas… Se tiende a  despreciar su callado y abominable papel en esta lacra que afecta a la juventud.

3) Grupos ecologistas: por fomentar y apoyar el desarrollo de parques, donde el botellón encuentra un hábitat natural para su desarrollo.  Se podrían abolir las zonas verdes e inflar una segunda burbuja inmobiliaria que acabara con gran parte del paro en la construcción. Sin embargo, la palabra burbuja está asociada a cierto tipo de bebidas espumosas y carbonatas, por lo que sería necesario buscar algún sinónimo que englobe a toda la corrupción y avaricia asociados al término.

Una vez que la ley se lleve al parlamento, los distintos partidos políticos brindarán con champán (el cava queda excluido por falta de acuerdo con algún partido) para celebrar el acuerdo el viernes, tras el Consejo de Ministros. El sábado lo celebrarán los diputados con sus familias. El ministro de cultura acudirá con los suyos a ver una película en 3D por 15€, precio que incluye el IVA del 21% para la cultura, las gafas de Woody Allen  y el tronco de cono con palomitas.

La alcaldesa de Madrid, que dará ejemplo cambiando su apellido de “Botella” a “Paella”, para no incitar a la bebida (aquí se me ocurren muchas bromas, pero no es el sitio adecuado), aumentará la vigilancia policial en los parques públicos y polideportivos, muchos de ellos cerrados por falta de presupuesto, lugares desolados donde las hordas de alcohólicos prematuros encuentran su guarida. En los semiabandonados centros culturales de la capital se explicará la nueva ley con el espectáculo de guiñol “Zumitón contra Cervezotas”, en lo que fue el local de ensayos de las bandas del barrio, hoy convertido en improvisada sala multiusos.

Gracias al ministerio de sanidad, en las puertas de las discotecas light (lo de light es porque usan bombillas de bajo consumo) se repartirán panfletos y globos (sin serpentinas, que hay crisis) con la leyenda: “Horchata, la bebida de Esp-a-ñ-a”, todo ello pagado con el importe de las multas que los padres han pagado en urgencias mientras a sus hijos les sacaban del coma etílico provocado por su desidia.

En los centros educativos, cuyos recortes han defenestrado a los gabinetes de orientación que hablaban a los alumnos sobre autoestima, asertividad, tiempo libre y dinámicas sociales en la pandilla, se colgarán unos carteles que digan: “Si bebes eres bebé”. “No seas niño y olvida el Alvariño”. Los consejos escolares, sin atribuciones ni objetivos, se convertirán en observatorios del botellón, organismos que se dedicarán a velar por el cumplimiento de la ley patrullando por los alrededores en busca de bares, tiendas de frutos secos o supermercados que vendan alcohol.

Y en uno de los hogares de nuestros adolescentes se brindará, con vino del pueblo, por el fin del botellón. Nunca hay fiesta que se precie sin vino del pueblo del tío Ambrosio, ni barbacoa sin caja de cervezas. El abuelo le dará un sorbito de vino aguado al pequeñín de la casa, que a sus once añitos “ya es todo un hombrecito”. Y entonces Ricardito mandará callarse a todo el mundo, y todos los ojos se girarán hacia la televisión: ¡Alonso ha ganado otra carrera! Y el intrépido piloto lo celebrará con una ducha de espumoso sobre su fórmula uno, cuyo alerón mostrará orgulloso la pegatina de la campaña estatal contra el botellón “Con copas no hay copa”.

Y mientras todo el mundo tararea el himno nacional y la cámara enfoca al empapado y feliz piloto asturiano, unos dedos se moverán con avidez sobre el teclado del móvil: “Tía, ¿qué hacemos esta tarde?”.


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martes, mayo 21st, 2013

Examen 10 – Tomas falsas

Este vídeo, titulado “Examen 10”, ha sido grabado en el Colegio Ntra. Sra. del Buen Consejo de Madrid @buenconmadrid.

Dieciséis adolescentes se enfrentaron a las preguntas de sus compañeros Susana, Elías, Alba y Gabriel, al igual que muchas personas célebres lo hicieron en su momento en “La Pavoteca”.

En la música han colaborado Marwan @Marwanmusica, Víctor Sánchez Fraile @victorzhratrom , Álvaro Andreu @AndreuBoss e Inés @IneesN14 y Paula @Paula_Perez_R .

Aquí tienes las tomas falsas:

TOMAS FALSAS

CAPÍTULOS DEL VÍDEO EXAMEN 10


martes, mayo 21st, 2013

Examen 10 – Concierto y títulos de crédito

Este vídeo, titulado “Examen 10”, ha sido grabado en el Colegio Ntra. Sra. del Buen Consejo de Madrid @buenconmadrid.

Dieciséis adolescentes se enfrentaron a las preguntas de sus compañeros Susana, Elías, Alba y Gabriel, al igual que muchas personas célebres lo hicieron en su momento en “La Pavoteca”.

En la música han colaborado Marwan @Marwanmusica, Víctor Sánchez Fraile @victorzhratrom , Álvaro Andreu @AndreuBoss e Inés @IneesN14 y Paula @Paula_Perez_R .

Aquí tienes el concierto de Paula e Inés, y los títulos de crédito:

TÍTULOS DE CRÉDITO

CAPÍTULOS DEL VÍDEO EXAMEN 10


martes, mayo 21st, 2013

Examen 10 – Epílogo

Este vídeo, titulado “Examen 10”, ha sido grabado en el Colegio Ntra. Sra. del Buen Consejo de Madrid @buenconmadrid.

Dieciséis adolescentes se enfrentaron a las preguntas de sus compañeros Susana, Elías, Alba y Gabriel, al igual que muchas personas célebres lo hicieron en su momento en “La Pavoteca”.

En la música han colaborado Marwan @Marwanmusica, Víctor Sánchez Fraile @victorzhratrom , Álvaro Andreu @AndreuBoss e Inés @IneesN14 y Paula @Paula_Perez_R .

Aquí tienes el epílogo:

EPÍLOGO

CAPÍTULOS DEL VÍDEO EXAMEN 10


martes, mayo 21st, 2013

Examen 10 – Pregunta de tutoría

Este vídeo, titulado “Examen 10”, ha sido grabado en el Colegio Ntra. Sra. del Buen Consejo de Madrid @buenconmadrid.

Dieciséis adolescentes se enfrentaron a las preguntas de sus compañeros Susana, Elías, Alba y Gabriel, al igual que muchas personas célebres lo hicieron en su momento en “La Pavoteca”.

En la música han colaborado Marwan @Marwanmusica, Víctor Sánchez Fraile @victorzhratrom , Álvaro Andreu @AndreuBoss e Inés @IneesN14 y Paula @Paula_Perez_R .

Aquí tienes la 10ª pregunta:

Pregunta de tutoría

CAPÍTULOS DEL VÍDEO EXAMEN 10